Lluís Bassets
Por el contenido de sus palabras, sin duda. A pesar de la religiosidad americana, territorio de paso obligado para quien quiera dedicarse a la cosa pública, Obama es lo que más se acerca al agnosticismo europeo, tan bien representado por Zapatero, de todo el espectro de personalidades e ideologías que se dan en Estados Unidos. Pero también hay proximidad en las opciones morales, respecto a la familia, a la sexualidad o a las políticas llamadas de género. Y no digamos ya en la cuestión hispana: Obama ganó, entre otras cosas, por el voto hispano, y ahí estaba un invitado extranjero hablando en la lengua de los hispanos por primera vez y recordando que el Evangelio se predicó también por primera vez en América en lengua española.
Pero la similitud con Obama más de fondo se dio ayer en otra cuestión, que es la misma que ha marcado el año entero de presidencia del norteamericano: la distancia entre las bellas palabras y los hechos tozudos y a veces horribles. Hay que decir que el discurso de Zapatero estuvo muy bien: de forma y de contenido, incluidos los trucos literarios para que sonara a oración sin serlo y fuera aceptado como tal por el público religioso que iba a oírlo y aplaudirlo. Uno de los mejores pasajes, de gran dignidad y altura hispánicas, es la cita del Quijote sobre la libertad, una frase célebre y central en Cervantes, hombre conocedor de las cárceles y mazmorras, que Zapatero usa para poder impetrar a ?los cielos? y evitar así la obligada apelación a la bendición de Dios. Sobresaliente.
Pero volvamos a la distancia entre palabras y hechos. Mientras Zapatero hablaba en el Hilton washingtoniano la Bolsa española se caía, el CIS ampliaba la ventaja del PP sobre el PSOE en sus encuestas, los sindicatos anunciaban movilizaciones contra los recortes y se extendía un clima sombrío de final de reinado. Zapatero ha intervenido públicamente en el extranjero en cuatro ocasiones en las dos últimas semanas: en Estrasburgo, ante el Parlamento Europeo; en Davos ante el público más selecto de los negocios y de la política mundiales; y en la capital de Estados Unidos ante el ?todo Washington? político y religioso. En todas estas ?actuaciones? lo ha hecho bien, tendiendo a muy bien, pero los hechos no siguen, al contrario.
Zapatero, como Obama, tiene un problema en la relación entre las palabras y las acciones. Es mayor para Zapatero, probablemente porque es mucho menor su credibilidad actual, en el momento en que se lanza a la carrera de la oratoria internacional. Pero también eran mucho más altas las expectativas creadas por Obama y por tanto mayor la capacidad de decepción.