Marcelo Figueras
¿Vieron Nurse Jackie alguna vez? Yo apenas pude ver el primer episodio, que el canal Studio Universal preestrenó días atrás. Protagonizada por la maravillosa Edie Falco (Carmela en The Sopranos), Nurse Jackie es la serie ‘de médicos’ para todos aquellos que odian las series ‘de médicos’. Si el resto de la temporada logra sostener el nivel de este debut, Nurse Jackie puede contarme de aquí en más como fan, sin ningún lugar a dudas.
La enfermera del título, Jackie Peyton, nos es presentada como la anti Florence Nightingale: adicta a las drogas, malhumorada, por completo irrespetuosa de las normas (no duda, por ejemplo, en alterar unos documentos para convertir a un recién fallecido en donante de órganos) y entregada a un affaire con el encargado de la farmacia del hospital –que, para más datos, es aquel que le proporciona las drogas que consume.
El hecho de que el hospital donde transcurre Nurse Jackie sea una institución confesional –el All Saint’s Hospital de New York- es útil para marcar la paradoja con más nitidez: porque si bien Jackie no es precisamente una santa (un vocero del Parent’s Television Council la definió sin cortapisas como “una sucia degenerada”), resulta evidente que trata de utilizar su trabajo para hacer el bien. Springsteen debería comentar desde la banda sonora, cantando Es difícil ser un santo en la ciudad.
Como se imaginarán, el humor de Nurse Jackie tiende a la negritud. El momento más desopilante del primer episodio ocurre cuando la enfermera debe atender a un diplomático que, a pesar de haber acuchillado a una mujer, tiene el beneficio de la inmunidad legal. En vez de reimplantarle al dip;lomático la oreja que perdió en la pelea con su víctima, Jackie se la lleva a la boca, le dice: ;Fuck you!’, y la tira al inodoro…
Astringente, esta Jackie. Recetada ciento por ciento, y sin contraindicaciones.