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Obama y los misterios del poder

Por 31 de marzo de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Lluís Bassets

La ecuación del poder nunca es sencilla. Hay presidentes que tienen menos poder del que les otorga la Constitución así como hay otros que tienen mucho más. Cabe conjeturar incluso que es excepcional el caso en que un presidente se atenga estrictamente al terreno de juego que marcan las leyes. Aunque en realidad la Constitución americana deja amplio margen para la ambigüedad y la interpretación y hay que tener en cuenta, además, muchos factores externos: las mayorías parlamentarias, la cohesión del partido presidencial o incluso los ciclos ideológicos que ofrecen ventajas u obstaculizan la labor del presidente. El anterior, George W. Bush, fue un caso curioso: concentró mucho poder, gracias a una legislación de guerra y a la inspiración neocon, pero luego se convirtió en una especie de ?rey holgazán?, y quien en cambio lo usó fue Dick Cheney, su vicepresidente, considerado como presidente ejecutivo en la sombra. Barack Obama es un caso todavía en pleno desarrollo: hay que abstenerse de hacer juicios precipitados. Pero apunta formas: ayer mismo el diario Político aseguraba que el nuevo inquilino de la Casa Blanca ya es el primer ejecutivo en el mundo de los negocios norteamericano: el motivo ha sido la drástica intervención de General Motors, con destitución de su presidente incluida.

La carrera presidencial es esto: primero hay que imponerse en el partido, después en el conjunto del país, y más tarde hay que intentar a ganarse el primer puesto en todos los órdenes de la sociedad americana e incluso de la escena internacional. Componiendo un equipo de estrellas, un dream team, se corre el riesgo de ofrecer un escabel al propio sepulturero, pero a la vez se afianza la propia autoridad: esto último es lo que ha hecho Obama, jefe ahora de sus rivales, Hillary Clinton incluida. Y de los amigos de sus rivales: como Rahm Emmanuel o Lawrence Summers. Lo está haciendo en el campo de juego agrietado y peligroso de la economía, donde cuenta con una pléyade de cabezas pensantes extraordinaria, jóvenes y seniors, universitarios y gente de los negocios; lo que no le ha impedido arremangarse y tomar las riendas, con abundantes reuniones, abiertas cara al público y a los medios, o cerradas en al Casa Blanca con los empresarios y los profesionales.
Lo más claro es su determinación: los responsables de la crisis no pueden ser los mismos que gestionen ahora la salvación de sus empresas. Sobre todo cuando han mostrado una resistencia numantina a la hora de reconocer su existencia primero y admitir la necesidad de medidas drásticas después. Y esto sin hablar de las gratificaciones extraordinarias, los beneficios y las prebendas, aviones privados incluidos, exhibidos por los directivos de varias empresas en mitad de su caída libre. La cabeza de Wagoner, ya ex presidente de GM, habla de todo ello con elocuencia. La energía con que Obama ha zanjado el asunto ha originado un divertido juego de palabras en la primera página del Daily News: Autócrata.
Pero también está trabajando en el territorio puro de la política, donde deberá superar un obstáculo paradójico. Su doble mayoría demócrata en la Cámara y en el senado es insuficiente e incómoda. En la Cámara, porque son muchos los congresistas díscolos, a derecha e izquierda: unos siempre ven con reticencia todo lo que llegue de la Casa Blanca y quieren del Gobierno la menor intervención que sea posible; mientras los otros aspiran a un rodillo socialdemócrata que incremente sin parar el gasto público. Y luego está el Senado, donde le faltan tres votos para impedir la obstaculización a su legislación. La conclusión es que las pasará canutas con sus paquetes legislativos, empezando por el presupuesto, tal como ha contado con preocupante precisión Jonathan Chait en ?The New Republic?. Y si no obtiene resultados en los dos primeros años, sobre todo en la economía, las elecciones de mitad de mandato en 2010 pueden cambiarle las mayorías y dejarle en la intemperie, sin márgenes de maniobra. Ahí es donde Obama más se la juega: para ganar esta partida cuenta con Organizing for America, su organización paralela dentro del Partido demócrata, que moviliza por Internet y móviles a los 13 millones de seguidores que le apoyaron en la campaña; y cuenta también con su enorme habilidad como comunicador, que pone en juego constantemente con un uso muy variado e intenso de todos los canales de comunicación.
Esta semana Obama abre otro capítulo en el asentamiento de su figura presidencial. Se trata de ganarse el liderazgo internacional y conseguir el reconocimiento de su autoridad como presidente de la nación más poderosa del planeta, justo después de una presidencia que exhibió esta condición con tanta impudicia en los medios como impericia en la obtención de resultados. El campo de minas que le espera es prodigioso: requerirá mucha habilidad y mucha paciencia. También mucha capacidad de diálogo y de comunicación. De todo ello ha dado buenas muestras Obama hasta ahora. Veremos si sabrá y podrá mantener el nivel a medida que se vayan estrechando los márgenes y acrecentando las dificultades.
Hay presidentes que creen que llegar ya es ganar. Bush fue uno de estos. Luego lo pierden todo, sobre todo la capacidad de transformar el país. Obama es distinto. Piensa que debe ganarse el sueldo cada día y que un día perdido es un retroceso. Es un presidente transformador, han escrito los filósofos de la presidencia. La capacidad de transformación es como la inspiración artística: sólo llega si te pilla trabajando. Obama puede transformar Estados Unidos y en la estela de este cambio el mundo, pero siempre que siga al ritmo endiablado que lleva hasta ahora. Si no se rinde a la pereza, al autoengaño o a la autocomplacencia. Y si además, quienes dicen ser sus amigos, los europeos por ejemplo, le echan de verdad una mano y se dedican a elogiarle menos y actuar más.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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