
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
Muy bien. Quizás lleva razón. Tanta es la tarea que tenemos delante y tantos los obstáculos a levantar, que sería mejor dejar las recriminaciones para otro momento. ¿Es posible? El conflicto secular en estas tierras esta hecho de recriminaciones. Nada se hace o se dice que no sean recriminaciones. Muchas de ellas además muy precisas y ajustadas a la realidad, no producto de la fantasía de los encarnizados enemigos que no cejan de hostigarse desde hace decenios.
Si queremos hacer la lista es muy difícil empezar y todavía más terminarla, porque es inacabable. Al Gobierno israelí hay que recriminarle que mantenga bloqueados al millón y medio de palestinos de la franja de Gaza, sometidos a un castigo colectivo sin parangón en el mundo de hoy, racionados en el suministro de alimentos y productos de primera necesidad, en la actividad económica y en los movimientos, todo después de que una apisonadora bélica dejara una estela de destrucción y de muerte inenarrable (más de 1.300 palestinos, la mitad civiles, frente a 14 israelíes, tres de los cuales civiles). Hace apenas cinco semanas.
Pasemos la pelota al otro lado de la red. Los cohetes qassam de fabricación artesana siguen cayendo sobre territorio israelí, con intenciones inequívocas: herir y matar si es posible (ayer caýó otro en Askhelon). Lo han hecho en algunas ocasiones, suficientes como para aterrorizar a la población civil; desde 2001, cuando empezaron a lanzarse han muerto casi una treinta de ciudadanos israelíes y centenares han sido heridos de distinta gravedad.
Regresemos al otro lado. En paz o en guerra, con Gobierno formado o en etapa de formación de Gobierno como ahora, Israel no ha dejado nunca de fomentar la política de construcción de nuevos asentamientos ilegales en territorio palestino o de ampliación de los ya existentes. Ayer mismo se conoció por el movimiento pacifista israelí Peace Now que se está preparando la construcción de 73.000 viviendas nuevas en Cisjordania. Cabe entender que ahora no sea el momento para recriminaciones respecto al pasado, pero si tampoco las hay respecto al futuro, esta bola gravitará de forma decisiva sobre cualquier proceso que quiera regresar al camino de la paz.
Veamos cómo cae del otro lado. Si los asentamientos son una amenaza para una Palestina viable, pues han ido agujereando como carcoma el territorio en preparación de una posición negociadora de máxima ventaja; Israel percibe como una amenaza ya no territorial sino existencial la potencia regional en que se ha convertido Irán, con su proyecto de industria nuclear capaz de proporcionarle el arma atómica. Este proyecto entra en resonancia con el verbalismo antisemita que sigue calando profundamente en el vecindario árabe y musulmán, donde no se distingue entre judío, israelí y sionista, y con frecuencia todo se envuelve finalmente en una retórica de inconfundible tradición hitleriana.
Podríamos seguir, pero dejémoslo aquí: no es tiempo de recriminaciones. Esta frase la ha pronunciado Hillary Clinton al empezar esta semana su primer viaje internacional a Europa y Oriente Próximo. Su primer desplazamiento internacional fue la pasada semana a Asia (Japón, Indonesia, Corea y China), donde fue noticia porque quedó claro también que habría pocas recriminaciones respecto a los derechos humanos y se ganó los primeros reproches. Veremos cómo le va este otro viaje, en el que debe reactivar el proceso de paz entre israelíes y palestinos (Sharm el Sheik, Jerusalén y Ramala), hincar el diente por primera vez a la agenda transatlántica (Bruselas), ver cómo andan las cosas con Rusia (en Ginebra con el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov), para terminar una jornada con el socio cada vez más crucial que es Turquía. Por tanto, estamos en una semana importante para la política exterior norteamericana y también para la europea, en la que veremos de nuevo en acción a esta mujer que bregó por la presidencia y se encuentra ahora con un mapamundi enrevesado y conflictivo que le permitirá demostrar su talento. O no.