Lluís Bassets
Las encuestas ofrecen una tendencia sostenida: en el registro de los sondeos a nivel nacional y en los sondeos en los estados decisivos, los ‘swing states’ que se inclinaron por Bush en 2004. La recaudación de donaciones para financiar la campaña marca también una decantación hacia el mismo lado: Obama recauda cuatro veces más que McCain gracias a la infinidad de pequeñas participaciones por Internet y merced a la astucia de renunciar a la financiación pública que limitaba el techo de gasto; va a superar la campaña de Bush hasta convertirse en la más cara de la historia: está inundando con anuncios las televisiones locales y nacionales, cable y satélite, youtube y teléfonos móviles. Los apoyos o ‘endorsements’ por parte de los grandes periódicos y personalidades de primer rango, también se decantan mayoritariamente en la misma dirección: la declaración de Colin Powell remacha el efecto Obama sobre la población afroamericana, muerde en el voto conservador de un sector de población amplio y muy significativo como son los militares y sus familias y levanta la bandera demócrata entre el republicanismo moderado.
¿Está todo ya jugado? Probablemente no. Los analistas más veteranos y experimentados consideran que una victoria de Obama sólo puede ser por amplia goleada y que una elección muy disputada, en cambio, fácilmente dará la victoria a McCain, entre otras razones por la enorme habilidad desarrollada por los republicanos en el control del voto: se vio en Florida en 2000, cuando era gobernador Jeb Bush, con las papeletas invalidadas en numerosos condados demócratas. Ahora, uno de los proyectiles lanzados contra Obama es el supuesto escándalo de Acorn (Association of Community Organizations for Reform Now), que promueve la inscripción de los votantes entre las minorías desfavorecidas y poco propensas a la participación. Fruto de la acción de personal contratado negligente o desaprensivo, un cierto número de inscritos en el censo responden a nombres falsos o incluso a personajes de ficción. Los medios republicanos se han lanzado en tromba a denunciar a Obama como cómplice de fraude, pero el objetivo presumible es preparar el terreno preventivamente para un resultado ajustado que permita impugnar el voto de distritos con fuerte voto demócrata.
En un escenario de votación ajustada la victoria de McCain se podría dar por dos bolsas de voto diferenciables, aunque en muchos aspectos no diferenciadas. La primera es el supuesto voto oculto racista, sobre el que existen muchas conjeturas y pocas evidencias cuantificadas, y la segunda del voto blanco demócrata desplazado en otras ocasiones por los republicanos: los demócratas de Reagan. Sobre ambos se ha escrito ya en este blog; hay presión sobre McCain para que explore el primero, aunque es evidente que el senador republicano no quiere hacerlo e intentará terminar la campaña con elegancia y honor; de manera que ahora su campaña sigue centrada en la búsqueda del votante dudoso o demócrata en estados como Ohio o Pennsylvania.
A quince días de la jornada electoral, hay cansancio de campaña y ganas de pasar página y empezar a analizar y escribir acerca del futuro presidente. Ya corren los nombres de quienes gestionarán la transición en contacto con la Casa Blanca por parte de cada uno de los candidatos durante el período que va desde el 5 de noviembre hasta el 20 de enero, el día de la toma de posesión del nuevo presidente. También los de los equipos de gobierno que tienen preparados una y otra candidatura. Se analizan asimismo las primeras medidas que tomarán uno y otro en los primeros días.
Pero aunque todos están empezando a descontar, bajar la guardia en el último momento podría ser mortal. Es el peligro que quiere conjurar Obama, cuya campaña ha sido ejemplo de regularidad, sin tumbos ni golpes de timón, y ha pedido a los suyos que no aflojen la tensión. McCain, en cambio, sólo puede seguir jugando a lo inesperado, al gol del último minuto, y lo suyo no está tanto en aflojar en una campaña republicana que ha variado de tensión, contenidos y ritmos como estar preparado para aprovechar una pequeña oportunidad imprevista, la ‘sorpresa de octubre’.