Lluís Bassets
Para que engañar, Ignatieff no gusta en el mundillo nacionalista. Este político e intelectual canadiense es uno de los pensadores contemporáneos que más ha estudiado el fenómeno nacionalista, con frecuencia sobre el terreno, y sus conclusiones no suelen tener muy buena acogida entre los intelectuales nacionalistas. ?Lo que está mal en el mundo no es el nacionalismo?, ha escrito. Y añade: ?Todo pueblo debe tener un hogar, toda necesidad de este tipo debe ser atendida. Lo que está mal es el tipo de nación, el tipo de hogar que los nacionalistas quieren crear y los medios que utilizan para lograrlo?. Su caracterización del nacionalismo como ?narcisismo de las pequeñas diferencias? molesta especialmente a quienes convierten los hechos diferenciales en una ideología y en la base de una política.
Ignatieff ha tenido que enfrentarse estos días a la polémica sobre Cataluña con motivo de un premio concedido en Madrid. Imagino que habrá dicho cosas poco convenientes para los saberes convencionales, porque apenas he visto reflejadas sus opiniones en ningún medio de comunicación. Con una curiosa excepción: la entrevista que concedió a la periodista Rosa Meneses y que publicó El Mundo. No puedo dar el enlace porque es de acceso digital de pago, pero en ella se puede encontrar el dictamen de Ignatieff sobre Cataluña, del que voy a dar algunas frases. Ya les adelanto que hay al menos dos motivos para que no guste al nacionalismo español, del que El Mundo es un buen exponente, y solo uno para que no guste al nacionalismo catalán.
?Si cogemos el nacionalismo catalán, ¿qué es? Es el sentimiento de que Cataluña tiene un pasado histórico diferenciado, una lengua propia, aspectos de una cultura distinta y una tradición política diferente. Todo esto es verdad. Todo es compatible con una herencia democrática. No hay nada terrible en el nacionalismo catalán, la clave es política. ¿Debe tener un Estado? La cuestión no es si los catalanes son una nación, sino si deben tener un Estado. Y en esto yo discrepo. No veo ninguna razón por la que el pueblo catalán no pueda tener una identidad nacional fuerte dentro del estado español?. Resultado de esta primera parte: empate a uno; gol en una puerta con el reconocimiento de Cataluña como nación, y gol en la puerta contraria con la negativa a la obligación de Estado.
Segunda parte. ?No se puede retener a una persona en la casa si lo que quiere es irse. La única solución es celebrar un referéndum y las reglas son éstas: (?) preguntas claras, resultados claros, sin secesión unilateral, negociamos (?) Déjeme ser claro: espero que no lleguen a ello. No es una opción feliz, sino muy dolorosa. Así que no lo hagan a menos que tengan que hacerlo. Pero no pueden pretender que pueden mantener a un pueblo en un país contra su voluntad. Antes o después no funcionará. Así que creo que, antes o después el referéndum deberá estar sobre la mesa en Cataluña?. Final del partido: dos a uno en favor del derecho a decidir.
Colofón para casticistas españoles y catalanes: ?Esto no es un problema solo español. Es un problema europeo e internacional. Todos los estados modernos son multinacionales y no solo multiétnicos. Así que España no tiene un problema que nadie más sufre, sino que tiene el problema que tienen todos?. El problema es de todos y la decisión al final también es la misma: nada de autodeterminación de los pueblos o de derecho colectivo a decidir sino lisa y llanamente de aplicación del principio democrático.
(Fuentes: la primera cita es de ?sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo?, El Hombre del tres; y la segunda de El Mundo, 1 de diciembre de 2012)