
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
La comparación entre China e Irán vuelve a estar en el orden del día. La hice en junio, cuando empezó la revolución verde contra el régimen del ayatola Jamenei y la retomo ahora cuando se observa cómo se mantiene y se extiende el movimiento de protesta por todo el país. El detonante sigue admitiéndola: las protestas de Tian Anmen empezaron como homenaje a Hu Yaobang, el dirigente reformista apartado del poder, fallecido el día 15 de abril de 1989; al igual que en Irán ha sido la muerte del gran ayatola Montazeri, el hombre que en su día pudo suceder a Jomeini, la que ha actuado de catalizador. Pero la relación entre las revoluciones democráticas china e iraní va mucho más allá: hay que entrar en twitter para darse cuenta de la ola de solidaridad que está suscitando el movimiento iraní entre los chinos.
En esta nueva revolución iraní están los viejos componentes que suelen acompañar todas las transiciones, pacíficas o no. La lucha por el poder dentro del régimen que se tambalea, la división entre los duros y los reformistas del régimen, el relevo generacional, la ascensión de nuevos valores e ideas que van minando las dominantes… Esto sucedió en Tian Anmen y está sucediendo en Teherán, con el añadido, ciertamente muy relevante, del uso de las tecnologías de la comunicación, sobre todo a través del teléfono móvil, como instrumento organizativo y también de solidaridad. No es lo mismo convocar saltos en las calles o citar a la gente a una manifestación al viejo estilo de los panfletos o del boca oreja, que hacerlo por mensajes e mail, facebook o twitter. Los acontecimientos se siguen en todo el mundo con una intensidad y una cercanía imposibles hace 20 años.
Quizás esto explica la resistencia de un movimiento que lleva ya seis meses sin rendirse e incluso incrementando su fuerza, como indica el desbordamiento del escenario de la capital. No hay duda de que la torpeza del régimen y la obsesión enfermiza en la represión, propia de dirigentes que se sienten acorralados, también han hecho su contribución a la vitalidad de la protesta. Pero los hechos del domingo, durante la festividad chiíta de la Ashura, han demostrado que el gobierno ni siquiera es capaz de mantener sus fuerzas bajo control. Son numerosas las imágenes que están llegando de policías acorralados por los jóvenes o luciendo los símbolos verdes de la protesta en un gesto de simpatía o de rendición ante los manifestantes.
A la vez, este desbordamiento se combina con decenas de detenciones o con los numerosos muertos entre los manifestantes, diez veces más de los reconocidos por las autoridades según los mensajes que se pueden leer a través de twitter. El sobrino de Mussaví, fallecido por disparos efectuados desde su espalda, podría ser víctima de una represalia destinada a amedrentar al principal rival electoral de Ahmadinejad. La familia se ha encontrado con que el cadáver ha desaparecido del hospital. Varios colaboradores del dirigente reformista han sido también detenidos. El cerco del régimen sobre los dirigentes de la protesta se estrecha, a medida que la protesta de los jóvenes se extiende. No hay duda de que los iraníes se acercan a momentos decisivos.
(Enlaces: con mi post sobre China e Irán de junio pasado; con el signo de la solidaridad China con Irán en twitter: #cn4iran)