
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
La huella de la dominación imperial suele ser muy duradera. Han pasado 20 años, pero en los países del antiguo bloque comunista hay todavía cosas que no encajan y reacciones que no se corresponden. Si en los años Bush allí creció la enemistad contra la vieja Europa, en los años Obama que estamos inaugurando aparece la semilla de otra enemistad, ésta vez contra Estados Unidos. Lo ha demostrado con creces el primer ministro de la República Checa, Mirek Topolanek, con la osadía de calificar las medidas de Obama contra la crisis como de ?camino hacia el infierno?. Es muy singular esta encrespada expresión de doctrinarismo ideológico. Topolanek es un primer ministro dimitido, que preside un Gobierno interino como resultado del voto de censura que acaba de derribarle. Su crítica a Obama, expresada como presidente semestral de la UE ante el Parlamento Europeo, no puede ser más inoportuna e ineducada, a pocos días de la llegada del presidente norteamericano a Praga, donde se celebrará la cumbre UE-EE UU. Topolanek se irá, nueva falta de educación, sin haber ratificado todavía el Tratado de Lisboa, que debe firmar el presidente de al República, el euroescéptico y negacionista del cambio climático Vaclav Klaus.
Europa se encoge, cada vez más pequeña y provinciana, y se aleja, cada vez más periférica e irrelevante. Los nuevos socios del centro y del este de Europa pesan de forma determinante en esta evolución. Su temor a Rusia y sus complejos de antiguos satélites les conduce a engallarse contra Bruselas y Washington, en el momento en que la crisis les golpea y más necesitarían de unas relaciones cálidas y una cooperación estrecha. Les gusta el pequeño Estado-nación tan superado por los acontecimientos y la globalización, a pesar de que ha sido en la etapa de unidad europea cuando más han prosperado y avanzado en todos los sentidos. Dividido y sin rumbo preciso, justo en un momento de cambio trascendental, este viejo continente se enfrenta a la recesión y al cambio de modelo económico de la peor manera posible.
Estos males del Este europeo también los sufrimos aquí, en una modalidad específica hispánica. Enric Juliana, el corresponsal de La Vanguardia en Madrid, lo sintetiza en tres crisis acumuladas: una severa crisis económica en forma de L, el abrupto final del festín y una tremenda perplejidad ante un mapa que nos ubica en la periferia. El título de este drama, ?Carolingia ya no vive aquí?, le sirve para encabezar el capítulo donde se observa como España, al igual que Europa, se encoge y aleja en un mundo de mapas cambiantes que sitúan a China y Estados Unidos mucho más cerca. El libro se titula ?La deriva de España? (RBA) y sobre él mantuvimos ayer en CNN+ un pequeño debate el autor, José Maria Calleja y yo mismo.