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Un idioma peregrino

Por 27 de febrero de 2010 Sin comentarios

Julio Ortega

 

Pedro Guerrero (El Mercurio, Santiago de Chile). -¿Qué expectativas tienes de este congreso de la lengua que coincide con los bicentenarios?

Julio Ortega. Irónicamente, cada Congreso de la Lengua ha coincidido con una crisis espectacular. El primero, en Mexico, fue suspendido por la revuelta Zapatista; el de Valladolid, fue diezmado por el ataque a las Torres Gemelas. Este coincide con un nuevo gobierno chileno… O sea que el español demuestra su gran capacidad de adaptación. Es casi un idioma sobreviviente, al que no me extrañaría que Nicanor Parra haya salvado con su poesía de primeros auxilios linguísticos. Las coincidencias con otras celebraciones son también propias de nuestra lengua: celebramos victorias y derrotas con el mismo entusiasmo. Tal vez porque las victorias a veces cuestan más. En todo caso, Chile es más bien parco en celebrar a nadie.
 Neruda agotó el repertorio. En cambio, José Donoso vivió sin que le devolvieran el saludo.


-¿Cómo ves la relación entre independencia nacional e independencia lingüística? ¿Fue un proceso paralelo o anticipador de las luchas de emancipación?



En verdad, el español es la lengua más cómoda para nacer. Imagínate, nacer en el alemán o en el inglés, o peor aun en el francés. Estamos libres de los rigores de la verdad encarnizada del uno, de la primera persona como propiedad privada del otro, y de la lógica del mundo en la sintaxis, del tercero. Estamos hechos de esta materia aleatoria, dúctil, fluida. Es cierto que en América Latina, inversamente a su rotundidad castellana, su intimidad es excesiva, demasiado familiar,  casi incestuosa. Te preguntan por la hora como si te preguntaran por tu vida. Y todo ello lleno de diminutivos, seguramente como un pacto contra la violencia. Pero esta es la única lengua que todos hablamos con acento, y eso es bueno. En todo caso, fuimos primero independientes en el lenguaje y, en consecuencia, políticamente. Es probable que hoy dia seamos menos independientes, como lo demuestra el hecho de que no sabemos acordar de qué deberíamos liberarnos. El lenguaje se nos ha llenado de banalidad y resignación. Si para algo puede servir el bicentanario es para recuperar la promesa de ser más libres en esta lengua.



-¿Después de conseguida esta emancipación, las lenguas "nacionales" llegaron a constituir un obstáculo para la integración y la unidad en vez de facilitarla?    



José María Arguedas, por ejemplo, definió al Perú como el país donde un hombre no puede hablar libremente con otro. Porque la modernidad aumentó la desigualdad, haciendo vertical la comunicación, que deberia ser horizontal. Pero no hay una sola lengua sino la diversidad de su mezcla. Hoy en el mundo andino tenemos varios estados de un español que yo llamo peregrino, porque migra con los migrantes, en mezcla con las lenguas nativas, desbordado y formidable, capaz de decir más. En Chile, por cierto, los migrantes peruanos, sobre todo las mujeres, son otra fase de esa lengua peregrina. Una estudiante mia que investigó el tema descubrió que el periodismo chileno había forjado, con su español estereotipado, la imagen derogativa que de ellas prevalece.



-¿Cuál es el rol que cumplen, según tu ponencia, los diccionarios de regionalismos?



Son unas tumbas magníficas. Por ejemplo, en las crónicas barrocas del siglo XVIII yo encontré unos cien nombres de pájaros nativos del Orinoco, que ese español asombrado había consignado. En una charla en Venezuela, los leí a mis colegas y nadie reconoció un solo nombre. Esos pájaros desaparecieron del lenguaje y, por lo tanto, del paisaje. Probablemente duermen en los diccionarios. Una vez en la Biblioteca Británica  encontré un manuscrito titulado "Vocabulario de una lengua americana desconocida." Me pareció una metáfora digna de esta América. Pero estos congresos son mapas de lo que nos falta: comunicarnos mejor para constituirnos como sujetos plenos, más libres en el lenguaje gracias a la inteligencia de la conversación. En Chile, hay que decirlo, el lenguaje sigue siendo ligeramente claustrofóbico. Cuando escucho Primera Región, Segunda Región, Tercera Región…no puedo evitar cierta asfixia, no de la geografía, sino del habla. Me permito sugerir nombres de pájaros Mapuches para que echen a volar como en un poema de Huidobro, plenos de espacio.
 

 

PD.  El canal hispano de Providence ha transmitido a lo largo del dia (hoy 27 de febrero) imágenes y noticias del violentísimo terremoto de Concepción. No me extraña que el Congreso de la Lengua, con motivo del cual Pedro Guerrero me hizo la entrevista que aquí recupero, se haya tenido que suspender: ante la tragedia uno pierde el habla, incluso en español.  Decía Enrique Lihn, con su truculencia irónica, que los temblores chilenos los firman los poetas.  Uno nerudiano, por ejemplo, era un terremoto casi peruano.  Y es que la poesia chilena saca de  paseo a la geografía, seguía, inspirado: Neruda hizo caminar a los Andes; Gabriela Mistral solía hacer llover;  Gonzalo Rojas (si recuerdo bien) descubría fuentes minerales… Y Zurita reorganizó la topografía. En Chile (que alguien ha llamado un taller literario) hasta los temblores buscan su lugar en el poema.

 

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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