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Las voces a ellas debidas, 4

Por 24 de junio de 2019 Sin comentarios

Julio Ortega

 
 

 

 

Silvia Goldman (Montevideo, 1977)  De los peces la sed. 

Pandora Lobo Estepario ediciones. Chicago, 2018.

 

        “Poesía vertical,” llama a ésta Sarli Mercado, con acierto, dado el precipitado verbal  que acarrea un mundo discernido por su flujo trágico y vulnerado.  A la pregunta de si se puede escribir poesía después de Auschwitz, la poeta asume que no es posible elegir porque el Campo concentracionario elude su nombre pero se cierne en el lenguaje mismo con su tinta de “leche negra.” Aunque éste libro no se propone volver al horror, asume su linaje para discernir los caminos. Está hecho, por lo mismo, de preguntas desnudas: 

               ¿cuánto dura un niño?

               ¿cuánto dura un niño en un poema? 

               ¿cuánto dura el niño que cae en el agua de este poema…?

        Por ello, si la herencia de los padres es la conciencia de la muerte, la herencia de las madres es la vida del hijo en el lenguaje:

                 Hoy no decimos el recuerdo

                 lo ponemos al lado de la ventanilla

                 lo miramos de reojo y esperamos

                 el autito amarillo que se fue por la alcantarilla

                                      

        Esta escena del diálogo de la madre y el hijo, descuenta la historia para dejar que el lenguaje, primero, nos incluya, y nos deje después. Una pareja más vulnerable pregunta por su lugar en la lectura. 

        El exorcismo convoca conmiseración, piedad, con las criaturas que hoy migran en español, fantasmáticamente documentadas. Por un lado, persiste la sombra siniestra de la historia; por otro, la viva lucidez del habla. En el diálogo de la madre y la hija la escena del origen se actualiza: 

        

          –mamá, ¿cómo se dice ausencia en el idioma de los muertos? 

          –se dice miedo a decir agua sin peces

        

        Paul Celan acude de la mano de Vallejo para desplazar la escena del coloquio (la historia del sentido) y recobrar el escenario que el lenguaje es capaz de reconfigurar:

 

        ser Paul Celan

        sobrevivir el diluvio de la madre

        su cintura rodeada de silencios 

        sus dedos como velas apagándose

        una vez mi hija se subió a mi silencio 

        tan chiquito era su cuerpo que el silencio era más grande

        una vez mi silencio la puso en el lomo y la sacó a pasear

        sólo para escuchar como se abría y se cerraba su corazón

        como un acordeón cuando lo erizan

        … 

        y mi hija se quedó en la cima del silencio

        era la punta de un iceberg

        y yo lo que se hundía.

 

     Sólo una palabra del exilio podría restaurar la razón ardiente del canto, capaz de dirimir la violencia de todo orden (exclusión, carencia, corrupción) que hoy devalúa  nuestra lengua. 

 

        La violencia extrema contra los migrantes así como la violencia de género, tienen como matriz la corrupción, gestada a su vez por la conversión de la vida cotidiana en mercado, a su turno producida por la feroz ideología contra-comunitaria.

Desde lo cotidiano y vulnerable, Goldman recusa la libra de carne y la Carnicería. 

 

  
 
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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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