
Eder. Óleo de Irene Gracia
Julio Ortega
Esta primavera me había propuesto dictar un curso dedicado a la literatura trasatlántica del siglo XXI para explorar el diálogo entre las orillas del idioma desde escenarios comunes de lectura. El 2000 dicté un curso sobre la literatura del XXI aunque, en rigor, entonces no existía, pero cuyas tendencias anunciaban horizontes de escritura. Un país cuya constitución exige a sus ciudadanos ser felices, como observó Borges, y cuyo deporte nacional es planear el porvenir, nos asegura estudiantes capaces de creer en la literatura que vendrá, distintiva y necesaria. Pero esta vez, además, contábamos en mi universidad con la estancia del escritor español Juan Francisco Ferré, autor de la estupenda novela Providence (Anagrama), a quien invité a hacerse cargo de las clases dedicadas a la nueva novela española. Después de haber hecho juntos una antología de la nueva narrativa española (Mutantes, término que se ha usado para nombrar al conjunto, más que grupo, de escritores que algunos llaman “Nocilla,” y otros “Nociva,” y que ha merecido una divertida e ingeniosa refutación de Javier García Rodríguez titulada Mutatis mutandis ), no fue difícil acordar los textos del programa.
Pienso, por lo demás, que no hay ninguna razón, salvo las del funcionariado difundido, para que un profesor pase su vida en una sola universidad dictando para siempre las mismas materias. En el futuro los cursos serán cada vez más compartidos, con especialistas de distintas áreas, y entre facultades de España, América Latina y Estados Unidos. Esa aula plural está en construcción y se debe al carácter del nuevo humanismo, que será internacional o no será.
Pero he aquí que la librería de la Universidad me alerta de que los distribuidores de Nueva York o Boston que importan libros para las universidades norteamericanas no cuentan en sus fondos con títulos de la nueva novela española.
Y me advierten de que los precios serán hasta tres veces más caros que en España, dados los costos del transporte. Un problema del siglo XIX nos impedirá hacer un curso sobre el siglo XXI.
¿Es que no hay un distribuidor visionario, una librería dedicada a lo nuevo, una editorial que se adelante con su oferta? Ni siquiera en Amazon se puede comprar una novela española reciente.
No estoy seguro de que podamos pedirle al distribuidor de Boston los libros para este curso a los precios que nos asignan. No recuerdo que los textos de una clase exijan de los estudiantes ese costo.
Estos son los libros, el precio que tendrían en dólares, y el que tienen en euros en una librería madrileña:
Ricardo Menéndez Salmón. Derrumbe. Seix Barral: $52.95 (19 euros)
Isaac Rosa. El país del miedo. Seix Barral, edición de bolsillo: $24.95 ( 7.95 euros)
Belén Gopegui. Deseo de ser punk. Anagrama: $31.95 (15 euros)
Agustín Fernández Mallo. Nocilla Experience. Alfaguara: $35 (16 euros)
No listo los libros latinoamericanos porque ya no existen. Lo lamentan, me dicen los libreros, pero esos libros están “out of print.” Agotados, descatalogados, descontinuados. Casi el tango del libro. ¡Y se trata de obras del siglo XXI! Alguien tendrá que escribir la historia del ingenioso caballero que de tanto leer libros por venir dio en imprimirlos.
Los bibliotecarios de la Asociación internacional de adquisición de libros de universidades, provenientes de unas 1500 bibliotecas universitarias, intercambian en sus reuniones anuales historias de horror sobre la imposibilidad de comprar un libro en español. En una de esas reuniones melancólicas un bibliotecario que había logrado comprar las obras completas de un autor peruano recibió una ovación. Se publican, tal vez, demasiados pero los mecanismos para distribuirlos son arcaicos.
Los editores y libreros argentinos, en cambio, han logrado un acuerdo con las compañías de paquetería internacional y tienen tarifas especiales para enviar sus libros a cualquier parte sin afectar los precios.
Seguramente que el lector avisadísimo ya encontró la solución a estos dilemas: que los libros se publiquen no solamente en papel sino en su inmediata edición electrónica.
Todavía no son tan caros como para que sean más baratos.
Pero entre la piratería de los libros más vendidos, la conversión en pulpa de los libros de poesía y la descatalogación de la nueva literatura, tendría cierta lógica que ésta sea, al final, la que mejor circule, gracias a que es primicia y memoria del porvenir.