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Carta a Leopoldo López

Por 16 de septiembre de 2015 Sin comentarios

Julio Ortega


Querido Leopoldo:

 

No te escribo a la cárcel de Caracas, que te retiene preso, sino a cargo de mis amigos venezolanos, a quienes, estoy seguro, les falta el mismo aire que a tí te falta. Y no excluyo a quienes creen en las promesas del chavismo.  Respeto las  creencias más que las promesas pero pienso que es un contrasentido el mutuo encono actual porque nos aumenta las prisiones. Comparto, por eso, la dolorosa esperanza en los  acuerdos civiles  que mejoren la conversación.

 

Te escribo para invitarte a venir a mi Universidad y hablar en mi seminario sobre tu lectura de otro preso ilustre, César Vallejo, cuya poesía hemos compartido en Caracas y en voz alta.

 

No hay, Leopoldo, silencio más elocuente que el tuyo. Es un silencio que me dice que yo también soy otro reo, que tus carceleros están todos presos; los carteros, presos; y las cartas, más presas todavía porque no le llegan a nadie. Y Caracas misma no tiene quien le escriba, a pesar de su luz maravillosa y tinta de oprobio.

 

Te he visto fugazmente en las noticias y tu imagen alucinada me ha parecido la del único hombre libre en un país encarcelado. El martirio de liberar a Venezuela de sus largas condenas, revela la integridad de tu agonía.

 

Resiste, amigo. Quédate preso un rato más. No es fácil tarea ayudar a ser libre al carcelero.

 

Al embajador del Perú, Carlos Urrutia, le debo nuestro encuentro en Caracas. Como buen peruano, Carlos se había propuesto que César Vallejo tuviese un monumento en Venezuela. Y lo había logrado gracias a ti, que entonces eras alcalde de Chacao. Recuerdo bien la mañana luminosa en que ese joven, que había sido mi vecino en Harvard,  develó el busto del poeta en una plazuela hospitalaria. Leyó un breve discurso, inevitablemente vallejiano, y terminó citando, de memoria, unas estrofas.

 

Esa noche, en casa de Carlos Urrutia, Leopoldo nos contó de su afición por Vallejo, su poeta preferido. Casi todos los políticos peruanos citan a Vallejo, pero haciéndolo parte de su discurso licencioso. Inevitablemente terminan aumentándonos las deudas: "¡Hay, hermanos, muchísimo que hacer!" La lectura de Leopoldo, fue más civil.

 

Confío que aceptes venir a esta Universidad lo más pronto que tus compromisos didácticos te lo permitan, y que a nombre de la justicia poética, que es la poca que va quedando, nos devuelvas la visita que te hicimos a nombre de Vallejo y la patria grande.

 
 

No en vano hemos compartido aquí el diálogo académico y cultural con la gran Universidad Central, el corazón de Caracas; con la honda Universidad Simón Bolívar; y también con la de Carabobo y su feliz Feria del Libro, donde Rafael Cadenas y yo presentamos un libro mío que no salió a tiempo, verdadero acto de fé; y con la U. de los Andes, ágora de la literatura latinoamericana. Tampoco es casual que hayamos organizado aquí la primera conversación  internacional sobre la literatura venezolana, gracias al apoyo de Oscar Zambrano Urdaneta, ilustre presidente del CONAC, y a Simón Alberto Consalvi, gran embajador ilustrado. Memorable encuentro venezolanista en el que brilló Alejandro Rossi, lloró  Adriano González León (y no sólo aqui, supe luego), deslumbró José Balza…Y pudimos recibir a buen número de escritores y colegas. Luego, con la cátedra Andrés Bello dictaron cursos sobre la cultura venezolana dos investigadores de mucho valor, Yolanda Salas y Carlos Pacheco.Y más tarde,estuvieron de profesores visitantes Enzo del Búfalo, agudísimo ensayista; Heinz Sonntag, sociólogo bien conocido, y Patricia Guzmán, poeta de voz visionaria. Y han compartido nuestros coloquios amigos de toda la vida, como Juan Sánchez Peláez, Federico Vegas,  Antonio Lopez Ortega, Nela Ochoa, María Auxiliadora Alvarez, Helena Arellano, y María  Ramírez Ribes, gestora generosa de proyectos que nos siguen ocupando. Todos ellos, Leopoldo, te acompañan.

 

Incluso el presidente Nicolás Maduro pasó por aquí, cuando era embajador en Wáshington, y nos dió una charla en la que reafirmaba las libertades públicas en el socialismo bolivariano. Estoy seguro de que mis buenos amigos Gonzalo Ramírez y Luis Alberto Crespo, comprometidos bolivarianos, ayudarán a que esta carta de invitación se cumpla. 

 

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

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