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Navegando con ucranianos

Por 4 de marzo de 2014 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Juan Pablo Meneses

Ucrania nunca ha sido muy independiente. Hace más de 10 años me tocó viajar en un buque escuela de la Armada de Ucrania. La travesía consistía en cruzar el Cabo de Hornos, esos mares con fama de ser los más peligrosos del planeta, navegando exclusivamente a vela.

En el viaje iban jóvenes cadetes y oficiales ucranianos. Pero también, caso raro en un buque-escuela, estaba lleno de turistas (en su mayoría alemanes).

Los primeros días a bordo del Khersones, una fragata de tres mástiles construida en astilleros polacos durante la época de la Unión Soviética, sucedieron apaciblemente. Las comidas eran anunciadas por parlantes con precisión militar: 8:30, 12:30, 16:30, 20:30.

"Este no es un buque de placer. Los peligros de la travesía son infinitos y las medidas de seguridad rigurosas. El racionamiento de agua será estricto", me dijo de entrada el capitán Sukhina, un tipo de 56 años, bigote cano, nacido en Sebastopol.

Explicó que la situación económica de Ucrania no permitía al gobierno de entonces -ni al anterior, ni a todos los que siguieron- financiar viajes de instrucción. "Por eso nos hemos asociado a la empresa alemana Inmaris Perestroika Sailing, quienes han vendido a turistas la mitad del barco", y luego se quedó callado. Como si quisiera llorar o reír. El turismo suele romper la independencia de todo lo que toca. Pero a veces, y eso parecía decir la resignación de Sukhina, puede sacar a flote el barco de un país que nunca tuvo mucha independencia.

A los pocos días de viaje, los roces entre los turistas alemanes y los soldados ucranianos eran cada vez más evidentes. Los primeros, con cámaras ultra modernas y ropa muy térmica, versus unos chicos que pedían dinero en los pasillos y cigarrillos y que se encerraban en la sala de cine para ver conciertos de bandas de rock ruso, como los Agatha Christie. El sueño de los jóvenes se repartían entre irse a Moscú, Berlín, o cualquier ciudad grande de Estados Unidos.

Uno de los oficiales más viejos del barco tenía una foto junto al Che Guevara. El electricista se llamaba Yuri, tenía varios dientes de oro y practicaba conmigo un mal español que iba aprendiendo -durante el viaje- de un viejo libro soviético para quienes viajaban a Cuba. En su camarote tenía fotos de sus hijos: el chico tenía nueve años y estudiaba gimnasia olímpica en Kersh. Su hija tenía ocho años y estudiaba para concertista en piano. Todo parecía demasiado soviético, frente a los alemanes que jugaban Tetrik en sus computadoras portátiles.

Estos días me he acordado de aquel viaje, y de Ucrania, y de los cientos de ucranianos que nos fueron a recibir al puerto de Buenos Aires cuando terminamos la travesía. Yo me bajé en Argentina, y ellos siguieron navegando hasta Europa del Este. No sé cuántos de aquellos cadetes terminaron viviendo en Kiev, o en Moscú, o en Berlín o en Nueva York.

Recuerdo, también, que Yuri me dijo en su mal español que alguna vez quiso ser cosmonauta. Y uso esa palabra, Cosmonauta, una palabra que en el mundo de hoy suena tan extraña como Lenin, proletariado o independencia.

 

 

@menesesportatil 

 

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Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969). Escritor, cronista y periodismo portátil. Es autor de los libros Equipaje de mano (Planeta 2003); Sexo y poder (Planeta 2004); La vida de una vaca (Planeta/Seix Barral 2008, finalista Premio Crónicas Seix Barral); Crónicas Argentinas (Norma 2009) y Hotel España (Norma 2009  / Iberoamericana / Vervuert 2010), distinguida por el Consorcio Camino del Cid como uno de los ocho mejores libros de literatura de viajes publicados en España el 2010. Sus crónicas se han publicado en 25 países y traducido a cinco idiomas. Ha sido columnista y bloguero en medios como Clarín (Argentina), SoHo (Colombia), El Mercurio (Chile), Etiqueta Negra (Perú), Glamour (México) y Clubcultura (España). Estudió periodismo en la Universidad Diego Portales y en la Universitat Autónoma de Barcelona, y fue relator del taller de Tomás Eloy Martínez en la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez. El 2006, la Asociación de Prensa de Aragón publicó un libro que transcribe su taller de periodismo portátil. Ha sido cronista invitado en universidades de América Latina y España, entre ellas la UNAM de México, la Complutense de Madrid y la Universidad de Chile. Fundó la Escuela de Periodismo Portátil, con alumnos conectados desde más de 20 países y que organiza, junto a la Universidad de Guadalajara, el "Premio Las Nuevas Plumas" de crónicas inéditas y en español.

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