
Jesús Ferrero
Es sabido que cuando los fondos-buitre se tragan como tiburones (a veces estos entes cambian de especie súbitamente) empresas que se desmoronan, no se ocupan de mejorar los problemas o solucionar las injusticias de las empresas adquiridas: ese no es su destino. Los nobles del siglo XVIII vendían ejércitos enteros a otros nobles. Si se trataba de mercenarios y llevaban meses sin cobrar, o de “esclavos” y llevaban días sin comer, con el nuevo propietario no mejoraba su situación, normalmente empeoraba. Algo muy parecido ocurría con el comercio de esclavos al otro lado del mar. Cambiar de propietario no equivalía a mejorar.
En su ensayo Redefinir el capitalismo, Geoffrey M. Hodgson deja atrás a los economistas del liberalismo clásico, a Marx y a los nuevos economistas incidiendo en la relación directa entre derecho y capitalismo, entre capital y seguridad jurídica. A partir de 1750 cambia el comercio, regulándose mucho más. Dicho con otras palabras: junto a una economía de las finanzas se va generando un derecho mercantil de nuevo cuño, para evitar las mercaderías desalmadas y la inseguridad jurídica ante lo tramposos. De pronto hasta las deudas se pueden comprar, amparadas en una legislación precisa. Las ventas de empresas a los fondos de inversión de ahora, ¿siguen las leyes específicas de los acuerdos de compra y venta o son actos que nos retrotraen a un pasado precapitalista?
Cito a Geoffrey M. Hodgson : Gracias a las ideas de la edad de las Luces sobre la libertad individual y la igualdad jurídica, el capitalismo pudo ver la luz del día. Por lo tanto es justo que no podamos reducir a la esclavitud a los otros, vender esclavos, o convertirnos nosotros mismos en esclavos. Las leyes nos autorizan a todos a utilizar nuestro patrimonio para producir más riqueza. Pero los que tienen como única propiedad su mano de obra están doblemente en desventaja en relación con los propietarios de los activos y los fondos de capital. Justamente porque está prohibida la esclavitud, el individuo no puede servir de garantía a un préstamo, ni desvincularse de su propia mano de obra. Esas son las limitaciones fundamentales implícitas en la definición misma de capitalismo al conjugarse con los principios de libertad e igualdad.
Y cabe añadir a lo dicho por Geoffrey M. Hodgson: no asumir esas limitaciones es convertir el capitalismo en barbarie. Y en eso estamos. Todos los días las noticias hablan solapadamente de ese fenómeno aberrante.
Más de uno dirá que estoy defendiendo el capitalismo, como hubo gente que dijo que estaba defendiendo el liberalismo tras publicar mi artículo ¿Liberalismo o barbarie? Es evidente que tanto en aquel artículo como en éste, lo único que trato de demostrar es que los nuevos financieros, por no ser, ni siquiera son capitalistas e intentan conducirnos a épocas anteriores al capitalismo. Por eso el mundo se está orientalizando y por eso el 0,2 por ciento de la población posee ahora mismo casi todo el capital del planeta.
Bienvenidos a la edad de las mentiras explícitas y las leyes invertidas.