Víctor Gómez Pin
"Il faut partir", fueron las últimas palabras de Descartes en el lecho de muerte, y una frase análoga se atribuye también a Einstein: "He cumplido mi parte. Es el momento de irse" habría dicho el 18 de abril de 1955 a los 76 años de edad. Hay diferentes versiones sobre los momentos finales. En cualquier caso se ha señalado su rechazo a que hubiera funerales masivos, su deseo (al parecer sólo parcialmente cumplido) de ser incinerado y de que sus restos fueran esparcidos.
Es bien conocido que Einstein fue un combatiente contra causas políticas que suponían una mutilación de las potencialidades generales de la sociedad de los humanos. Se sabe que fue expiado por McCarthy, personaje a quien el pensador consideraba incompatible con la exigencia de libertad concomitante a la vida del espíritu, y a cuyos esbirros provocó escribiendo que aunque nunca había pertenecido al partido comunista… lo contrario no le hubiera dado vergüenza en absoluto. Se ha evocado mucho su pacifismo y el hecho de que, antes de su muerte, hubiera manifestado su arrepentimiento por haber escrito a Roosevelt instándole a acelerar el acceso al potencial atómico, dado el peligro de que los nazis se adelantaran. Si se piensa que el desarrollo de la energía atómica (concretizada durante la guerra en el llamado "proyecto Manhattan") encuentra sus raíces en algunas de las tesis de Einstein, este lamento supone de alguna manera reflejo de una interna escisión…en el registro de los principios éticos. Quisiera sin embargo enfatizar aquí la segunda polaridad en Einstein, lógicamente poco evocada fuera de los medios científicos, pero que tiene un interés general y, en todo caso, un enorme interés filosófico:
Einstein mantuvo desde muy pronto, y desde luego desde Solvay 1927 una tensión por la dificultad de seguir reivindicando ciertos principios ontológicos y epistemológicos que él consideraba irrenunciables, pero que se veían radicalmente amenazados…por los frutos de su propia obra, es decir, por las consecuencias de aquella hipótesis sobre el "efecto foto-eléctrico" avanzada por él en 1905 y que pesó más que la Relatividad en el Nobel que le fue otorgado en 1921.
Un libro colectivo publicado en 1949, evocador del peso filosófico de la obra de Einstein (1) pone de relieve su obsesiva preocupación por alcanzar una teoría que unificara lo que del mundo microscópico era revelado por la teoría cuántica, y esos principios que parecían regir tanto la percepción inmediata como la visión científica ortodoxa: la única certeza que ofrece la teoría cuántica es la de que nuestros conceptos comunes carecen de operatividad tratándose de la estructura atómica afirma Heisenberg (2). Pues bien, la exploración del mundo sub-atómico debería ser una forma de mostrar la conformidad de la naturaleza a principios, no la ocasión de ponerlos en entredicho. Hay indicios de que esta preocupación fue en Einstein una constante (3) , y la sospecha de que un problema de este tipo acabaría por surgir, estuvo muy probablemente presente desde muy pronto en su mente Sin embargo el conflicto parece cristalizar en esa reunión de Solvay y por ello decía que cabe ver en ella el inicio de la más profunda y radical confrontación sobre la esencia de la naturaleza a la que se haya asistido desde ese embrión de la física y de la metafísica que supuso hace 25 siglos la discusión sobre la Physis en las ciudades jónicas.
(1) P. A. Schilpp, ed., Albert Einstein Philosopher Scientist- Open Court 1949.
(2)"Here we have at first no simple guide for correlating the mathematical symbols with concepts of ordinary language: and the only thing we know from the start is the fact that our common concepts cannot be applied to the structure of the atoms". (Heisenberg, The Tao of Physics, p54)
(3) Einstein, Albert Ideas and Opinions (1919-1954), Crown Trade Paperbacks 1954