Jesús Ferrero
Los mitos nos interrogan y nos despojan de máscaras cuando los sabemos interpretar desde el ángulo más profundo y radical… Los mitos hablan del verbo, pero también de las dimensiones del silencio, del vacío y de la ración de incertidumbre y desazón que nos depara la existencia.
En su excelente poemario De mitos y dilemas, Federico Puigdevall extrae de los mitos su más venenosa esencia y la acerca a nuestros labios, con ritmo pausado y firmeza clásica. Sus reflexiones sobre la vida y el tiempo tienen la música del agua y esparcen un perfume muy bien destilado en el atanor de la noche personal.
Este libro es pura alquimia y enuncia una semántica de cristal, trasparente y lacerante, donde la antigüedad, sorbida en gotas muy concentradas, ilumina y preña de sentido conjetural algunos de los mejores poemas, entre los que cabe destacar Ese animal, Presagio, Libertad soñada, Canción del vencedor vencido, Habitante de lo oscuro…
A continuación reproduzco algunos versos de De mitos y dilemas que me han gustado especialmente:
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¿No es lo mismo levantar un laberinto que acabar en él?
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La noche volverá a esconder en tus pupilas el silencio.
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La vida se detiene ante paisajes imposibles de abarcar con la mirada.
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¿Qué nos trajo hasta este infierno?
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La noche regresó desnuda ya de sueños.
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Solo los secretos van hilando la medida de las cosas.
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Así nos engañamos nuevamente, creyendo que somos siempre el mismo, aquel cuya mirada solo imaginamos, aquel en cuyo rostro está el abismo… Tal es la distancia entre quien somos y aquel que fuimos.
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¡Arroja los recuerdos!
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Nuestros ojos se buscaron en la bruma y hallaron un espejo al otro lado.
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¿Dónde el oráculo?