Skip to main content
Blogs de autor

Cuidado con ese escritor infinitamente delgado

Por 10 de junio de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Ahora que vivimos en la edad de la grasa, resulta estimulante acordarse de aquel escritor “infinitamente delgado” llamado Kafka, y volver a explorar un poco sus alucinantes creaciones.

Entrando en materia, confieso que he leído con placer el relato de Jesús Marchamalo Kafka con sombrero. A través de tan solo treinta páginas vamos viajando por la vida de Kafka y sus momentos fundamentales, guiados por un narrador que destila un humor muy fino y una sana ausencia de patetismo, sin por eso dejar de mostrar verdadero amor hacia el autor de Praga.

Como indica Marchamalo, la vida de Kafka parece estar presidida por “la frialdad austera y silenciada de la muerte”, de la muerte que él mismo experimentó en una clínica para tísicos y de la que conocieron sus hermanas en los campos de exterminio. Kafka llegó a pesar cuarenta y cinco kilos, como el “artista del hambre” de uno de sus relatos, y empezaron a circular sobre él muchas leyendas, como les ocurre a todos los escritores que inauguran una época. De algunas de ellas se hace eco el relato de Marchamalo, que me ha animado a revisar un poco la obra de Kafka. Tras hacerlo he sacado las siguientes conclusiones:

Hay en Kafka mucho de fabulista, y a veces la fábula se impone a la narración, como ocurre en La metamorfosis, novela con la que Kafka supo resucitar de forma original y sorprendente las antiguas fábulas de animales. Es el regreso de Esopo, pero de un Esopo agobiantemente existencialista.

En otras novelas Kafka nos presenta un poder muy deshumanizado, desplegando ampliamente los tres elementos de la deshumanización: el hermetismo, la autosuficiencia y la atomización. Recordemos El proceso. Ahí el poder es tan hermético que está más allá de toda comprensión, y es tan autosuficiente que no precisa del apoyo de nada ajeno a su propia estructura, lejana, muda, absoluta. Lo mismo ocurre en El castillo. Y ese poder lo atomiza y lo desarticula todo: es un poder que no permite al individuo hacerse una idea general del mundo.

Nadie ha desplegado mejor que Kafka la geografía de la incertidumbre y el caos, nadie nos ha colocado de forma tan paradójica y tétrica en el hombre de nuestro tiempo, que ha visto la muerte de Dios y la descomposición de la idea de destino, y todo con cierto humor. Siempre se oyen risas en los pasillos del extravió, y a veces sus novelas pueden leerse como una disparatada diversión.

Cuando lees a Kafka en la adolescencia te lo tomas de forma demasiado trascendente, y sólo en la madurez descubres que es un gran humorista, sobre todo en algunas de sus narraciones breves. Pocas veces me he reído tanto como cuando leí El topo gigante. Un cuento que acaba en su punto más culminante, y que tiene que acabar ahí porque está sujeto a una tensión que no se puede prolongar, como ocurre en más de un cuento de Carver.

Y Kafka inauguró como quien dice nuestro tiempo y nuestro ámbito: la incertidumbre y el caos. Alegra que la mejor narrativa esté siempre conectada con otros espacios del saber, en contra de lo que suelen creer los que ven la literatura como un territorio autosuficiente que se nutre de sus propias heces. Los relatos de Kafka, por ejemplo, parecen anunciar el principio de incertidumbre del físico Heisenberg, si bien con cierta antelación, ya que Heisenberg formuló su célebre principio en 1925, y para entonces Kafka llevaba un lustro en el país de los justos.

Se supone que las narraciones sirven para ordenar el mundo. Kafka consiguió que sus narraciones sirviesen para desordenarlo. A menudo sus relatos no tiene final porque no pueden ni deben cerrarse. Cerrarlos supondría enmarcarlos en un orden y caer en la tentación de la certidumbre. Por alguna razón, Kafka no cayó en esa tentación en la que es tan fácil caer.

Un hueso duro de roer: Kafka es la escritura de la no consolación.

profile avatar

Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

Obras asociadas
Close Menu