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Caza mayor

Por 24 de diciembre de 2014 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Como todo en nuestra vida tiende a ser una metáfora que enmascara lo esencial, cabe preguntarse qué está enmascarando el hecho de cazar grandes animales.

Empecemos por lo más elemental: enmascara la evidencia misma de acabar con una vida poderosa, para fotografiarse junto al cadáver e indicar un poder: el poder de matar.

Si soy capaz de acabar con un rinoceronte, ¿de qué no seré capaz? Y la prueba está ahí, en la fotografía que exhibo junto al mueble bar del salón de mi casa.

Simbólicamente hablando, la caza mayor pretende sugerir el espíritu aristocrático primordial: la sangre derramada del otro me ennoblece y eleva mi excelencia.

La sangre derramada del otro, sí, pero ¿de qué otro? ¿La guerra sería la forma más real de cacería?

Hemingway contestó a esas preguntas cuando dijo: “Sin duda no hay emoción que pueda compararse a la caza de hombres. Aquellos que han cazado hombres armados durante el tiempo suficiente y les ha gustado, ya nunca llegan a interesarse por nada más.”

En la foto vemos a Hemingway tras cazar un búfalo de El Cabo: un animal que en épocas recientes ha despertado la curiosidad de los científicos por su sorprendente comportamiento, a menudo muy próximo al nuestro.

Cien años de enemistad con los cazadores blancos han provocado en los búfalos africanos modificaciones evolutivas y han pasado de ser víctimas a comportarse no pocas veces como depredadores.

Saben que tras un hombre blanco siempre hay dolor y muerte, y han desarrollado muy sutiles e inteligentes estrategias de venganza. Si un determinado cazador les ha herido, huyen de momento pero recuerdan con precisión su cara y al día siguiente buscan al agresor. Si lo encuentran no dudan en ocuparse de él, como haría cualquier hombre más o menos parecido a Edmond Dantés. Con ellos es mejor no errar el tiro: han leído El conde de Montecristo.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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