Félix de Azúa
Las estaba espiando con suma cautela. Simulaba leer el diario, pero la verdad es que ponía toda mi atención en la conversación que tenía lugar en la mesa contigua, a mi espalda. Cuatro mujeres conversaban animadamente sin conciencia de estar siendo escuchadas. "Claro, ellos no pueden saber que el niño no es deforme. Ellos creen de verdad que es deforme. Tiene la cabeza muy grande y se le cae, no puede sostenerla. Este es el problema, que para ellos es deforme, cuando lo que sucede es que solo es distinto. No deforme, distinto".
Interviene una muchacha más joven y algo atolondrada: "Tampoco la dejaban salir a cazar, porque las mujeres de esa gente no pueden tocar las armas. Si tocan un arma, bueno, es que las matan. Pero ella se entrena en secreto y para cuando se dan cuenta ya es la mejor cazadora del clan y les da ciento y vuelta a los cazadores machos. Y eso, es que no lo pueden soportar". De nuevo la primera: "Así que es ella la que va rompiendo las tradiciones del clan, una tras otra, sin querer, porque ella es diferente, claro, pero además va superando todos los castigos y cuanto más cerca están de matarla, mayor es la transgresión que acaba imponiendo la tía".
Durante un rato he creído que hablaban de una experiencia propia (¿niña adoptada?), o sobre la familia de algún inmigrante (¿ablaciones?), tanta era la pasión que ponían en el asunto. Hasta que una frase ilumina mi memoria. La más joven dice: "¡Porque su tótem es el león cavernario, que es un tótem masculino!" Recuerdo de golpe la novela, uno de esos superventas profesionales, eficaces, que narra las aventuras de una niña cro-magnon recogida y criada por un clan de neandertales.
Me asombra el hechizo de la literatura. Me emociona que mantenga intacta su fuerza mágica desde hace siglos. ¡Cómo multiplica nuestras vidas! Estas chicas han pasado una semana de vacaciones en el neolítico y ahora se lo cuentan a todo quisque como si regresaran de Marruecos. Están más familiarizadas con los neandertales que con los gallegos. ¡Qué bendición, qué milagro, qué gloria!
Artículo publicado en: El Periódico, 21 de julio de 2007.