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Una muerte

Por 17 de noviembre de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

El repentino silencio de una voz a la que estabas habituado y escuchabas con simpatía produce una sensación de impotencia como la que te asalta si una mañana constatas que alguien ha talado el gran fresno al que saludabas todos los días. Quizás consigas que el arboricida acabe en la cárcel, pero eso no te devolverá el árbol. Así me sentí el otro día al conocer la muerte de André Glucksmann. Su voz me ha acompañado toda la vida, desde 1968, cuando éramos maoístas (que ya son ganas de ser algo), hasta su efímera colaboración con Sarkozy.

Con Glucksmann lo de menos era estar de acuerdo con sus ideas o no, lo admirable era el luchador, un hombre capaz de enfrentarse a los comunistas cuando era comunista, a los socialistas cuando era socialista y a la derecha cuando por puro hartazgo de la majadería izquierdista acabó colaborando con el adversario. Lo que atraía de Glucksmann era su coraje, la indiferencia con que encajaba los peores insultos, la evidente soberanía de su conciencia frente a la de los burócratas, los parásitos del aparato, los trepadores de la prensa, los mercenarios de la idea, los gregarios, los mercaderes del odio.

Y otra virtud que por desdicha cada día es más difícil de defender, Glucksmann era un escritor que pertenecía a la gran familia clásica francesa, un lector cuidadoso de Racine y Pascal, un crítico capaz de comprender la nobleza de una prosa como la de Céline sin ignorar sus desvaríos políticos. No en vano había sido ayudante, durante su época universitaria, de Raymond Aron, uno de los prosistas más apolíneos del ensayo francés contemporáneo. Siempre lo tuve por un espíritu familiar, como si fuera el Fernando Savater del norte. O sea, de más al norte.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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