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Por 5 de noviembre de 2019 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Como con Franco, no hay rector en Cataluña que no considere a la nación por encima del saber
 

Han cerrado algunas o todas las universidades catalanas para que los alumnos puedan manifestarse por la patria. En premio a su entrega se les hará un examen de trámite y pasarán curso sin esfuerzo alguno. Como con Franco, no hay rector en Cataluña que no considere a la nación por encima del saber, de cualquier saber y, por supuesto, por encima de la sabiduría misma. Yo creo que llevan razón.

Vimos, hace unos días, cómo una manifestante bailaba un twerking, o un jerk, o un reguetón, en fin, algo muy técnico, delante de las llamas en uno de los incendios de Barcelona y cómo la filmaban para exhibir su acusación en el globo. No creo que haya ningún argumento académico que permita conceder mayor importancia a una clase de física cuántica. El alumnado catalán puede aprender a incendiar ciudades y a mover el culo delante de las llamas. Después de Foucault y Derrida es muy difícil jerarquizar estos saberes si se comparan con los de la gramática generativa, digamos.

No me parece preocupante que en Cataluña se cierre la Universidad, como ya sucedió en Madrid en tiempos de Fernando VII. En aquel año, su majestad abrió, para compensar, las escuelas de tauromaquia. Quizás en Cataluña podrían abrirse escuelas de sardana o de manières de table para comer calçots.

En todo caso, poco se pierde, dada la demostrada capacidad del alumnado catalán para dominar a su sociedad, y en cambio he aquí una ocasión inesperada para que, libre por unos días o meses del adoctrinamiento nacional y del agobiante escrutinio de los comisarios del régimen, ponga el alumno a prueba su inteligencia sobre este asunto de la nación y la identidad. Con un poco de talento, más de uno se pasará al twerking en permanencia o incluso a cualquier otra nación que le parezca más guay.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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