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Semillas

Por 1 de febrero de 2022 Sin comentarios

Pintadas en una estatua de Cristóbal Colón en el parque de Bayfront de Miami (Estados Unidos).

Félix de Azúa

 

Los préstamos entre cristianos y mexicas, aztecas, nahuas y otros, tienen doble dirección. Hay influencias mutuas que duran hasta hoy y han enriquecido a ambas partes

 

Lo más irritante en la guerra contra la historia, sean las baratijas de López Obrador o el derribo de estatuas, es que simplifican un asunto mucho más rico que esas reducciones para espíritus simples obligados a odiar para soportarse. No todo fue crimen. También se dieron intercambios de ADN y de divinidades.

Ejemplo: en 1531 nació la leyenda de la Virgen de Guadalupe cuando el indígena Juan Diego recibió la visita de María en el cerro de Tepeyac. Ese era justamente el lugar donde los lugareños mantenían el culto de la diosa Tonantzin, potente divinidad con diferentes formas y nombres pues a veces era también Cihuacoatl, señora de nacimientos y muertes. El muy extenso culto de Tonantzin, cuyos peregrinos venían de lejanas provincias, se convirtió en el culto a la Virgen de Guadalupe y mantuvo en vida la devoción de Tonantzin hasta hoy. Siguen llamándola así.

No sólo hay mil casos de fusión indígena con los descubridores, también lo contrario. En las representaciones de la misa de San Gregorio que llevaron a cabo los artesanos indios llamados “plumarios” figura el célebre milagro del papa Gregorio con abundancia de símbolos nahuas (huesos, cráneos, orejas de maíz) en una clara síntesis, sin conflicto, de ambas tradiciones simbólicas. Lo cuenta Fernando Cervantes (Conquistadores, Turner) como un ejemplo más de intercambio de significados y sentidos que crearon un mundo nuevo. No hubo sólo mezcla sexual y matrimonial, también divina.

Los préstamos entre cristianos y mexicas, aztecas, nahuas y otros, tienen doble dirección. Hay influencias mutuas que duran hasta hoy y han enriquecido a ambas partes. Es lo que distingue a la colonización española en contraste con el arrasamiento de la anglosajona o la belga. Otra cosa es la guerra. Esa fue tan cruel como suelen ser todas las guerras.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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