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Quítate de ahí, que me pongo yo

Por 8 de octubre de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

En una reciente entrevista al excelente director teatral Mario Gas, le preguntaba una empleada de la televisión nacional de Catalunya: "¿Y usted vive en… en… en Madrid, verdad?". Lo decía temblorosa e incrédula. El interpelado, que es muy listo, lo confirmaba sin darse por enterado. "Pero, pero… ¿cómo lo aguanta?", repetía conmovida la muchacha. Esta escena es de lo más corriente en los medios de persuasión de la Generalitat desde que los socialistas regalaron las radios, las teles, la cultura y la lengua a Esquerra Republicana.

En casi todos los medios pagados por los catalanes se ha instalado un delirio. Sin embargo, hay también designios malévolos. Por ejemplo, una multitud de programas que se burlan de "los españoles" mediante la exhibición de fragmentos de otras televisiones en los que aparecen mujeres y hombres de escasa cultura o simples energúmenos diciendo barbaridades o mostrando su estupidez. En uno de esos programas pillé el otro día a un cómico exigiendo que levantaran la mano los que odiaban a Fernando Alonso. A la vista del escaso éxito pudo verse, gracias a un error de la cámara, cómo su secretaria agitaba los brazos muy nerviosa invitando a la concurrencia a odiar ese "símbolo español". En fin, impotencia y resentimiento.

Los escasísimos datos que se hacen públicos desde el sanedrín reconocen que la audiencia de esos medios ha caído en picado desde que los dirigen los cruzados. Y todos sabemos que es una sangría colosal sobre la que jamás dirán ni mu. El reparto es descarado y los de Esquerra son insaciables poniendo a su gente en todas partes. La excusa es "hacer país", pero la verdad es que tan solo hacen clientela. Como es dinero público, absolutamente nadie les pide cuentas sobre el fracaso de los medios que controlan.

La expulsión de Cristina Peri Rossi de la radio nacional catalana por hablar en castellano no es solo una represión lingüística. Es también la excusa para ganar otro puestecito pagado con dinero público para un cliente del partido o un adicto al régimen. Y el resto es hipocresía.

Artículo publicado en: El Periódico, 6 de octubre de 2007.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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