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Nunca profetices en tu tierra

Por 8 de julio de 2013 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Este juicio apodíctico de que nadie puede anunciar el futuro de su propio país, no sé hasta qué punto sea cierto para todos los países, pero sí que lo es para el nuestro. Me fui a un París lluvioso y gris, al congreso organizado por la Sorbona Paris-3 y la Diderot Paris-7 sobre Juan Benet. Nunca se ha celebrado nada semejante en las universidades españolas. No abunda el interés por quien sin duda es el más importante escritor de la posguerra. Está bien, uno de los más importantes.

    Casi veinte especialistas franceses, suecos, italianos, rumanos, rusos y naturalmente españoles, se dedicaron durante dos días a comentar al poco accesible escritor, justamente porque siendo oscuro y denso se agradece el escrutinio. El congreso se cerró en el Instituto Cervantes con una sesión de memoranza por parte de amigos suyos, los cuales fueron amonestados por hablar de lo mucho que se bebía en aquellos años. Así estamos de salud.

    Tampoco la prensa española ha dado noticia alguna del asunto, aunque el Colegio de Ingenieros le había dedicado, días antes, un homenaje. Bien está. Nada le habría divertido tanto a Juan Benet como constatar que sigue siendo un desconocido en su patria. Es un calificativo que rejuvenece, la eterna promesa.

    Y sin embargo, los especialistas que allí se reunieron tenían ese aura especial que adquieren quienes se dedican a un autor o artista con cualidades fuera de lo común o heterodoxas. Lo mismo sucede en los congresos dedicados, qué te diré yo, a E.M. Foster, por ejemplo, en los que todo el mundo parece salido de una película de Ivory. En los de Emily Dickinson, en cambio, suele haber mucho zueco. Y si son de Camilo, brillan los alamares y se escucha el entrechocar de las condecoraciones.

    De las numerosas intervenciones me impresionó gratamente la de Alexandra Bazhenova, de la universidad del estado de Moscú (Lomonossov), quizás por el modo en que entramos en su conocimiento. La directora del congreso, la admirable Claude Murcia, nos iba presentando uno a uno a los participantes. De pronto apareció una deslumbrante muchacha ataviada con un hermoso traje regional: larga falda floreada, corpiño de fruncidos, banda cabecera con guirnalda de flores, zapatos de raso verde, posible jarretera a tono. Fascinados por la visión, nos dirigimos a ella respetuosamente y le preguntamos de qué región rusa era su bello traje folklórico. "¡Oh, no, no, de ninguna! Es todo invención mía, ¿no les gusta?". Casi nos tiramos al suelo para manifestar lo muchísimo que nos gustaba. Luego Molina Foix dio con la solución: "Somos unos obtusos, es evidente que este es el traje folklórico de Región".

    Para los no iniciados, es preciso aclarar que Región es el lugar mítico de las novelas de Benet. Su Yoknapataupha, su Macondo.

    Haciendo honor a tan noble inicio, la rusa ojizarca dio una lección sobre el Vals K, la enigmática pieza para piano (de una tristeza devastadora) que actúa de presencia subterránea en Un Viaje de invierno de Benet, quizás su novela más desolada. La breve composición de Schubert es una leyenda. Posiblemente fue regalo de bodas para su amigo Kupelwieser, cuya familia es la que guardaba bajo llave el manuscrito, hoy desaparecido. El caso es que sólo se conoce gracias a una copia que Richard Strauss transcribió en 1943. De algún modo, el anciano maestro llegó a oír el vals y a guardarlo en la memoria. Por supuesto nadie puede saber cuáles fueron los añadidos y correcciones del austriaco, aunque Alexandra puso de manifiesto lo poco schubertiana que era buena parte de la escritura para el acompañamiento de la mano izquierda.

    Una vez terminada la exposición, Alexandra abrió su portátil, reclinó la cabeza sobre una mano y dio a un botón. Las lentas y conmovedoras notas del vals iniciaron la despedida. Me pareció ver a Benet, disimulado entre las últimas filas, dando su aprobación con leves cabezadas, muy suyas.

 

Artículo publicado en Jot Down.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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