Félix de Azúa
Era a la caída de una tarde otoñal y estábamos en un hayedo no muy apartado de la frontera de Irún, bañados por esa luminosidad bermeja que disuelve las formas y convoca fantasmas, apariciones, brujerías. Llevábamos atornillados los auriculares y cada uno escuchaba lo suyo. Yo veía con toda nitidez saltar por entre los troncos un grupo de gnomos y ninfas silvanos, pero es que lo mío eran unos cuartetos de Mendelsohn pura estampa de märchen. En cambio Ferrán, que llevaba puesto un Beethoven terminal, el Op.130 con su tremenda secuela, parecía enroscarse en el tronco de las hayas como la serpiente del Edén, seguramente siguiendo el desarrollo de la Gran Fuga.
Cuando amainó el torbellino y nos quitamos los cascos comentó que el siglo XX iba a quedar como el más bárbaro y criminal de todos los siglos, pero también como el que inventó un aparatito para llevar la música metida en el cerebro y que sólo por eso ya le debíamos agradecimiento perenne. Es cierto. Eso de que puedas pasear entre el ruido y la furia mientras por tus sesos fluyen los dorados ríos de Debussy o las añagazas nocturnas de Bartók, es supremo.
Leo ahora, en el Diapason de este mes, que el CD corre serio peligro porque se ha inventado un sistema que mejora ampliamente la audición. La cada vez más liviana desmaterialización del sonido en conserva ahora ya no precisa de ningún soporte físico. El nuevo sistema es un interfaz audionumérico y el modelo con el que se hizo la prueba es un AirStream de HD Audio-Micromega.
En pocas palabras el sistema transmite vía WiFi los ficheros sonoros desde el ordenador hasta la cadena de alta fidelidad. Al parecer la calidad del sonido es cinco veces superior a la del mejor Compacto (de 44’1 a 192 kHz, para quienes lo entiendan). Si a esto le añadimos que muchas de las mejores orquestas del mundo ya no graban discos sino que cuelgan sus conciertos en red para que te los bajes previo pago (menor al de un disco), el sistema tiene posibilidades de ofrecer un sonido de máxima calidad a un precio más barato. Y esto es imbatible.
El director de la revista, Emmanuel Dupuy, comenta que a pesar de todo muchos aficionados no podrán jamás prescindir de algo tan arqueológico como el libreto, la letra, el texto, e incluso las fotos que vienen con el compacto. De ser cierto, estoy persuadido de que los ficheros de AirStream añadirán un cuadernillo imprimible.
Comparado con el vinilo, el compacto parece aún sujeto a la nostalgia: sus libretos recuerdan vagamente a aquellos preciosos sobres de cartón de espléndido diseño con los textos impresos en contraportada o en hojas internas. El compacto no se ha arrancado a la memoria del vinilo. Es algo así como los pabellones de hierro y cristal que durante unos años marcaron el medio camino entre los pasajes comerciales del siglo XIX y las futuras grandes superficies translúcidas del siglo XX. ¿Llegan ya los Mies van der Rohe del sonido?
Estamos en tránsito, como siempre, pero ahora es tan rápido que nos da tiempo para ser nuestros propios sucesores. O supervivientes.
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PS/ Me dicen que hay entre quienes escriben en este blog un par de anglófilos, seguramente irlandeses y posiblemente el mismo. Tengo una duda que no logro despejar: ¿alguien sabe el significado del calificativo "gugga" en el Londres de 1940? Les quedaría muy agradecido si me lo aclararan.