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Mi opinión

Por 5 de enero de 2021 Sin comentarios

Félix de Azúa

La falta de respeto es el aviso de que por lo menos una persona no les cree y no está sometida al opio, las prebendas o el dinero del poder

Algunos de ustedes quizás leyeran el domingo pasado un artículo del defensor del lector en el que una decena de suscriptores se quejaba de mis columnas y algunos pedían que me enviaran al motorista. La razón era que mostraba yo una actitud insultante ante algunas autoridades. En fin, que usaba la injuria en lugar del argumento. Algunas de las injurias que se citaban no me parecen tales, llamar “talluda” a una señora de 40 años, por ejemplo, o llamar “rancios ideólogos” a los chavistas, peronistas y separatistas, tampoco. Pero, en fin, es cuestión de gustos. No puedo, sin embargo, dejar de sospechar que lo que les molesta de verdad no es lo que llaman insulto (el cual nunca llega al tamaño del pasado presidente de la Generalitat que nos llama a los españoles “hienas”), sino más bien la falta de respeto hacia los dirigentes con quienes esos lectores se identifican. Y en eso debo darles la razón.

No sé yo la edad de esa decena de lectores, pero debo recordarles que he vivido bajo el franquismo y conozco demasiado bien el uso de la autoridad que gastan algunas personas sin derecho al respeto. De entonces me viene esa quizás censurable agresividad contra quienes hacen un uso abusivo, tramposo o embustero de su poder. Me recuerdan demasiado a los jefes del Régimen que entonaban una retórica adormecedora para cometer sus atropellos. La falta de respeto es, por así decirlo, el aviso de que por lo menos una persona no los cree y no está sometida al opio, las prebendas o el dinero del poder.

Otra cosa es el reproche de que no trato igual a la oposición. Es un argumento inane. A mí no me duelen tanto las majaderías de mis adversarios cuanto las de mi vieja familia política a la que voté durante 20 años. Luego nació Ciudadanos.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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