
Félix de Azúa
Probablemente sea cierto que el descalabro bancario es un síntoma de que los EE.UU. han perdido el poder mundial. Lo creen los analistas más ponderados y lo intuimos al percibir la languidez en la que ha caído esa nación. ¿Cómo va a dominar el mundo un país que ni siquiera puede vencer a los talibanes? La pregunta espeluznante es quién vendrá a sucederle. En ocasiones, platicando con castristas de salón que mantienen un infantil antiamericanismo de guerra fría, me he preguntado si su favorito sería el imperio alemán de Hitler, el británico de la cámara de los Lores, el francés de los Luises o el español de Felipe II. El amo de nuestras vidas siempre es odioso, como lo es cualquiera que asuma el mando. Quien osa mandar ha de ser arrogante, no puede evitar la injusticia, atrae el odio de los pueblos más débiles, pero también el de quienes se sienten débiles en su casa o en el trabajo. Sin embargo, no se puede evitar que alguien esté al mando. ¿Quién será el próximo?
He leído las muy voluminosas Historia de Amiano Marcelino, crónica de lo que llamamos "la caída del imperio romano", aunque para el autor sólo fuera lo común de cada día. Amiano asistió a sucesos cruciales de los que no podía intuir las consecuencias. Su vida transcurrió en el frente, con las legiones alpinas, en la Galia, en la Germania, en Mesopotamia. Vio cómo los godos cruzaban el Danubio en el año 376, aunque no podía sospechar que ese sería nuestro icono del hundimiento: caballos con el belfo espumeante, montados por jinetes de aspecto bestial, a cuyo paso se desmayan las doncellas romanas apenas vestidas con túnicas transparentes. Amiano vio sucederse los penúltimos emperadores, Constancio II, Juliano, Joviano, Valentiniano, Valente, el usurpador Procopio. Un declive acelerado del poder en manos de sujetos cada vez más estúpidos y sanguinarios asesorados por orates, usureros y sayones, que aún duraría medio siglo. La población era codiciosa, ignorante, haragana. Fueron barridos. Habría que leer a Amiano en los colegios. Como curso preparatorio, quiero decir.
Artículo publicado en: El Periódico, 18 de octubre de 2008.