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Las aventuras del lector de ‘Augie March’

Por 20 de octubre de 2008 Sin comentarios

Marcelo Figueras

‘No busquen más. Todos los rastros se acabaron hace cuarenta y dos años’, escribió Martin Amis en 1995. ‘La búsqueda mitológica hizo lo que las búsquedas mitológicas hacen raramente: terminó. …The Adventures of Augie March  es la Gran Novela Americana’.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_adventures_of_augie_march_1_med.jpgVolví a leer Augie March durante el viaje a México. Y como la primera vez, no encontré nada que objetar al dictamen de Amis. Si la novela de Saul Bellow no es de manera inequívoca ‘la’ Gran Novela Americana, merece cuanto menos pertenecer al grupo de las aspirantes con mayor potencial, entre Moby Dick, The Great Gatsby y The Catcher in the Rye.

No es difícil entender por qué las demás aspirantes gozan de mejor prensa. Aun cuando culminan en fracaso, aquellas novelas describen una búsqueda metafísica, más grande que la vida misma, que define a sus protagonistas -y por extensión, al escritor- en los mismos, gigantescos términos. En cambio Augie March opta por otra vía. Si la novela hubiese sido escrita por F. Scott Fitzgerald o John Dos Passos se habría llamado The Adventures of Simon March y elegido como protagonista al hermano mayor de Augie, Simon, el primogénito que, escaldado por esa Gran Depresión que todos tenemos tan presente en estos días, vende su alma a cambio del Sueño Americano de la prosperidad económica y el ascenso social. Pero la novela es de Augie, el hermano del medio, equidistante entre el Simon capitalista a ultranza y el benjamín de la familia: Georgie, el idiota. (Si alguien reescribiese la historia hoy, debería hacerlo desde el punto de vista de Georgie, que por cierto no es ningún Forrest Gump. ¿O le cabe duda a alguien de que estos son los tiempos de Georgie el idiota?)

A diferencia de los protagonistas de las otras Novelas aspirantes al título, Augie nunca encuentra identidad en su quehacer, en su profesión, en su trabajo. Durante el relato Augie cambia una y mil veces de empleo: distribuidor de panfletos, de diarios, cadete de florería, mayordomo, vendedor de zapatos, de pintura, lavaperros, ladrón de libros, activista gremial, entrenador de animales, jugador… Y aunque sobre el final encuentra un trabajo que le permite un buen pasar, nada garantiza que Augie vaya a conservarlo fuera de los límites de la novela. Porque lo que Augie busca no es riqueza ni estabilidad. Huérfano de padre, no puede dejar de rebelarse contra la primera autoridad que conoció, la de la Abuela Lausch, que le decía: ‘Cuanto más amás a la gente, más te van a confundir. Un niño ama, una persona respeta’. Si algo queda claro en los términos de la Abuela Lausch es que Augie no querrá nunca ser adulto. Se pasa toda la novela amando demasiado, con ese amor masculino que, aun en su inconsecuencia, puede experimentar el más desgarrador de los dolores.

No conozco muchos pasajes en la literatura universal más conmovedores que el final del Capítulo IV, donde Augie y su madre acompañan a Georgie hasta el hospicio donde lo dejarán a vivir. Los personajes fuertes de la familia -Simon, la Abuela Lausch- se han negado a acompañarlos. Ante los gemidos de Georgie y el desmoronamiento de su madre, Augie se ve obligado a adoptar al papel rector. Es él quien da órdenes a Georgie, casi como quien conmina a un perro (‘Siéntate aquí’, son las últimas palabras que le dirige), para hacer posible que la ceremonia del abandono siga su curso. Después de haber sentido lo que significa ser hombre y padre en una sociedad capitalista, ¿a quién le extraña que Augie no quiera volver a ocupar semejante lugar? 

                                                                     (Continuará.)

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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