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La buena conciencia

Por 20 de diciembre de 2005 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Durante la pasada semana un amigo acompañó a Olivier Rolin en su paseo literario por España y vivió una escena digna de Bouvard et Pècuchet. Al llegar a Madrid fueron invitados a un almuerzo con altos cargos de la Embajada de Francia. La administración francesa cuida a sus escritores… aunque no a todos por igual.
Durante el almuerzo la conversación derivó hacia Finkielkraut y la reciente entrevista que concedió a un diario de Tel Aviv. A pesar de saberse sobradamente que la transcripción había sido falseada por el diario, la campaña feroz contra Finkielkraut por apoyar al gobierno de Israel contra los palestinos le ha convertido en el chivo expiatorio de todos los islamistas. En realidad, le están pasando factura por haber dicho que los incendios de los barrios periféricos parisinos no fueron motivados por la pobreza y la marginación sino por causas mucho más profundas que atañen tanto a los inmigrantes como a los franceses de pura cepa.
Un alto funcionario, creyendo que así halagaba a Rolin, viejo izquierdista del 68, comentó que Finkielkraut había aceptado una invitación de la FAES para hablar del asunto. El funcionario añadió que a partir de aquel momento ninguna institución cultural dependiente de la Embajada invitaría jamás al filósofo.
Pero Rolin hace años que ha dejado atrás el totalitarismo y sus posiciones políticas están muy próximas a las de Finkielkratut, de modo que le explicó con calma y extensamente al funcionario los fundamentos del estado de derecho, los principios del republicanismo humanista y el necesario respeto a la libertad de expresión, sobre todo por parte de los responsables del Estado.
Al funcionario no le sentó muy bien el almuerzo.
A quienes viven del dinero público les encanta castigar. El motivo es lo de menos. ¡Da tanto gusto mostrarse poderoso! ¡E incluso perdonar! ¡Qué grandeza, la compasión!
Hay algo peor que la fraternidad de los represores: la fraternidad de los cretinos.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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