Félix de Azúa
Debo de ser el único ocioso, quiero decir, sin obligación profesional, que escuchó con mansa devoción a esos portentos públicos, Pizarro y Álvarez. El primero por ser el jefe de Endesa, causante junto con otro señor (de quien nada se puede decir porque es inexistente) del bonito número de lupanar llamado Barcelona a les fosques. La segunda por ser titular de Fomento y encargada del catatónico estado de aeropuertos, trenes, autopistas y cabaña porcina de la Ciudad de los Prodigios. Fueron horas, pero valió la pena. Los estudios de antropología dan mucha y buena información para luego comprar el pan, ir al cine o consentir caprichos a la amada de un modo justo y benéfico. Quiero decir que no me importaba averiguar si eran culpables o no (sin duda lo son), sino conocer sus maneras y averiguar si se les caen los espaguetis por encima cuando comen.
La ministra Álvarez tiene el furor impío de la plebe, pero con peor educación. Digamos que es un cruce entre la Pasionaria y Fraga Iribarne. Que personajes como esta buena mujer tengan cargos de gobierno dice mucho sobre cómo se selecciona al personal. Sin embargo fue redimida por un majadero de Esquerra que la comparó con “un señorito andaluz que fuere a dar limosna a Barcelona”. Los señoritos andaluces jamás han dado limosna, eso es propio de clases medias. Hay que ver lo paletos que son los de Esquerra.
Pizarro, en cambio, me pareció un virtuoso. Su intervención dio esplendor al abogadillo del estado que llegó a jefe de una gran empresa corsaria europea. Un tiburón, uno de esos expertos que si trabajara para la Generalitat, Barcelona ya sería Berlín. Pero, claro, no puede porque no tiene el nivel C de catalán. Verle disparar sin piedad crueles obuses contra los diputados catalanes, cuyas intervenciones iban de la queja llorica al sentimentalismo indigesto, era patético.
Como escribió Alfredo Abián, agudo director adjunto de La Vanguardia, fue como ver a unos aficionados a la esgrima agitando sus infantiles floretes frente a una descomunal Tizona. Y para colmo, de la Corona de Aragón.
Artículo publicado en El Periódico, 18 de agosto de 2007.