Skip to main content
Blogs de autor

Insondables debates estivales

Por 20 de agosto de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Debo de ser el único ocioso, quiero decir, sin obligación profesional, que escuchó con mansa devoción a esos portentos públicos, Pizarro y Álvarez. El primero por ser el jefe de Endesa, causante junto con otro señor (de quien nada se puede decir porque es inexistente) del bonito número de lupanar llamado Barcelona a les fosques. La segunda por ser titular de Fomento y encargada del catatónico estado de aeropuertos, trenes, autopistas y cabaña porcina de la Ciudad de los Prodigios. Fueron horas, pero valió la pena. Los estudios de antropología dan mucha y buena información para luego comprar el pan, ir al cine o consentir caprichos a la amada de un modo justo y benéfico. Quiero decir que no me importaba averiguar si eran culpables o no (sin duda lo son), sino conocer sus maneras y averiguar si se les caen los espaguetis por encima cuando comen.

La ministra Álvarez tiene el furor impío de la plebe, pero con peor educación. Digamos que es un cruce entre la Pasionaria y Fraga Iribarne. Que personajes como esta buena mujer tengan cargos de gobierno dice mucho sobre cómo se selecciona al personal. Sin embargo fue redimida por un majadero de Esquerra que la comparó con “un señorito andaluz que fuere a dar limosna a Barcelona”. Los señoritos andaluces jamás han dado limosna, eso es propio de clases medias. Hay que ver lo paletos que son los de Esquerra.

Pizarro, en cambio, me pareció un virtuoso. Su intervención dio esplendor al abogadillo del estado que llegó a jefe de una gran empresa corsaria europea. Un tiburón, uno de esos expertos que si trabajara para la Generalitat, Barcelona ya sería Berlín. Pero, claro, no puede porque no tiene el nivel C de catalán. Verle disparar sin piedad crueles obuses contra los diputados catalanes, cuyas intervenciones iban de la queja llorica al sentimentalismo indigesto, era patético.

Como escribió Alfredo Abián, agudo director adjunto de La Vanguardia, fue como ver a unos aficionados a la esgrima agitando sus infantiles floretes frente a una descomunal Tizona. Y para colmo, de la Corona de Aragón.

Artículo publicado en El Periódico, 18 de agosto de 2007.

profile avatar

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Obras asociadas
Close Menu