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Iluminación

Por 26 de julio de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Cuando vi en este bendito diario la foto del revólver con el que se mató Van Gogh me pareció entender algo, aunque sólo duró un segundo. Trato ahora de reconstruirlo. El arma es un Lefaucheux relativamente pequeño (7 milímetros, según mi colega Isabel Ferrer) y la herrumbre tiene una tonalidad complementaria a la de la absenta. Es un objeto en verdad más próximo al animal que al mineral y en la foto vibran las inconfundibles pinceladas del holandés. Creo que creí entender que así como la pistola había ido tomando sus calidades formales y cromáticas bajo tierra hasta llegar a ser otra obra de Van Gogh, así también las pinturas de Van Gogh debían de haber estado enterradas entre cincuenta y ochenta años en un prado de Auvers-sur-Oise hasta alcanzar su ser, su materia verdadera. Entonces cayeron sobre ellas esos precios irreales que las arrancan del mundo de los vivos y las vuelven a enterrar.

Esa es exactamente la función de algunos hombres remarcables, los creadores del mundo material. Así, por ejemplo, Beethoven reveló el mundo que se avecinaba, nuestro mundo, una convulsión rítmica sacudida por la más inútil pasión y pequeñas frases repetidas mil veces con infinitos matices que nos enervan como los estupefacientes. Un mundo catastrófico y sin embargo durmiente. No de otro modo, imagino, desveló Rembrandt la dorada luz que detiene el instante previo a nuestra muerte, cuando miramos a nuestro alrededor y la tierra se extiende como un inmenso manto de oro hacia la oscuridad. O la tremenda revelación del mundo delirante, habitado por criminales, idiotas y bellas muchachas, que descubrió Goya y que llamamos "modernidad". Ellos dan sentido a lo cerrado, mudo y ciego. Hacen que la tierra signifique y la materia sea espíritu.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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