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¡Hay que ver cómo está el servicio!

Por 10 de diciembre de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Cerca de mi casa, en el cruce de Padua con Balmes, hace más de un año que la estación de los Ferrocarriles de la Generalitat está en obras. Es una estación pequeñita, una de las más pequeñas de la red, una ridiculez de estación, como de casa de muñecas. Y llevan un año. Paso muchos días por allí y nunca hay nadie trabajando. Si uno continúa Balmes abajo llega a una plaza medianeja, la de Molina, que va para tres años en obras. La han cambiado tantas veces que seguramente ya no saben acabarla. Y si tuerce uno a la izquierda para ir a la bella biblioteca de Josep Llinás, llega a una plaza, la de Lesseps, que acumula 20 años en obras. Acaso sean más, porque ya nadie recuerda cuándo comenzaron. He aquí tres menudencias que me regocijan todos los días y que dan una idea de la eficacia del Gobierno catalán en materia de obra pública.

Podría citar 80 casos más, pero es innecesario, no hay vecino de Barcelona que no tenga a dos pasos de su casa una obra en marcha cubierta de telarañas desde hace años. La inoperancia de nuestros responsables recuerda la de los cleptócratas napolitanos. El negocio familiar de un amigo partenopeo es una empresa que instala andamios, telones y carteles donde se lee: "Obra pública financiada con fondos de la UE". Es un decorado. Detrás no hay nada. La mayoría de las obras públicas del Gobierno catalán podrían utilizar los servicios de tan sagaz empresario. Uno llega a creer que la Generalitat y el ayuntamiento han contratado a un puñado de actores vestidos de obreros que van de una zanja a otra en días alternos.

Sin embargo, buena parte de la población está persuadida de que la culpa de tanta inoperancia la tienen "los españoles" (también llamados Madrit) y de que en cuanto seamos independientes, esto será la Suiza levantina. ¿Cómo se ha obtenido tan magnífico lavado de cerebro? No seré yo quien lo diga, pero tengo una muy seria admiración por la clase dirigente de este país. Ha logrado que los políticos locales sean unos perfectos irresponsables. Y que la abstención crezca geométricamente. Éxito pasmoso.

Artículo publicado en El Periódico, 8 de diciembre de 2007.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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