Félix de Azúa
Ese gigantesco ejército de pasiones, codicias, narcisismos, ambiciones, frustraciones, vanidades, envidias, conspiraciones, cainismos, jactancias, delincuencias y majaderías hace imposible tomarse la sopa sin antes sacar con la cuchara dos concejales, tres secretarios, una vicepresidenta y cinco miembros de la oposición pataleando. En España los políticos gozan de un entusiasmo popular solo comparable al de los futbolistas y sus señoras, ahora que los toreros son un objeto de lujo. Es el único país del ámbito civilizado en el que un político convoca a las masas para que decidan si debe comprarse un ferrari, adoptar un perro o dejar de fumar. El ansia de protagonismo de los políticos, su megalomanía, es tan desaforada que ni siquiera se percatan del espantoso ridículo que harían en cualquier país civilizado. Los belgas ya se van dando cuenta.