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Extremos a que ha llegado el talante

Por 16 de junio de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Lo venía observando desde la cafetería donde cada mañana leo la prensa. Era un mendigo gentil que pedía con mirada virginal y sonrisa leve a la puerta de una oficina de La Caixa, lugar idóneo para agobiar conciencias. Sin embargo, un desagüe de aire acondicionado dejaba caer sobre su cabeza una gota cruel e implacable cada cuarenta o cincuenta segundos. Cuando la gota rompía en su cráneo, fruncía el ceño, cerraba un ojo y dirigía el otro a lo alto. De inmediato recuperaba el aplomo y seguía impertérrito pidiendo el favor de la gente. Una vez concluido el diario de la burguesía catalana, que es el que más voluptuosidad me produce, le abordé movido por una curiosidad irresistible. "Perdone, caballero, le dije, ¿no se sentiría usted algo aliviado si diera un paso a la izquierda o a la derecha?" Al principio se hizo el sueco y siguió sonriendo con aquel rictus y aquellos ojos que helaban el alma. Insistí. "¿No sería razonable que la gota no le cayera en picado sobre la cabeza?"

Dada su elegancia casi atildada no puedo decir que contestara mal, pero sí con un deje de impaciencia, como si hablara con un chiquillo. "¿Qué gota?, dijo. Haga el favor de apartarse, que me espanta a la gente de buen corazón". Dejé un euro en la caja de tabacos forrada de seda azul celeste y me fui a mis cosas.

Por la tarde, de regreso en el barrio, pasé de nuevo ante el mendigo y me asombró verle impávido, escultural y totalmente empapado. La gota había ya mojado por completo su chaqueta, modesta pero de buen corte, y la mancha de humedad se escurría del cuello al cinto. No pude contenerme y fui hacia él con un euro en los dedos para no levantar recelos. "Le veo a usted francamente calado, buen hombre. Como siga debajo de la gota acabará por enfermar y ¿a quién le daremos limosna?", imploré. Fue peor. "¡Pero qué manía con la gota! ¡Le reconozco e identifico! ¡Es usted el que ya trató de infundir desánimo, desmoralización y pesimismo esta mañana! ¡Como siga por ese camino va a incurrir en alarma social!" Me fui muy abatido. Daba espanto verle y los niños rompían a llorar al divisarlo. 

Artículo publicado en: El Periódico, 14 de junio de 2008.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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