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Es la educación, estúpido

Por 26 de noviembre de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Se agradecen, pero no eran necesarias las cifras que ha hecho públicas la Fundación Bofill sobre la catástrofe educativa catalana. Cualquiera que haya frecuentado la Universidad en los últimos decenios se lo habría podido explicar a algún miembro del gobierno, de haber habido alguno interesado por el asunto. No obstante, la verdad es mucho peor que las estadísticas: a ningún gobierno de la Generalitat le ha importado la educación. La formación del espíritu nacional, sí. La así llamada "política" lingüística, mucho. Todo lo relacionado con la ideología, como la Historia, bastante. Lo demás es ornamental, a menos de que dé dinero.

Las causas de que Cataluña sea la autonomía peor educada de España, siendo España la nación peor educada de Europa, forman parte de lo más rancio de su clase dirigente. El país es una finca de comerciantes, pequeños industriales, negociantes, ejecutivos ancilares, gente práctica. Aquí la vida intelectual ha tenido siempre un vuelo gallináceo. Obsérvese que todavía se vegeta de lo que hicieron unos burgueses de 1900. Y que el moderno Olimpo internacional catalán se reduce a un músico que tocaba el violonchelo y un pintor balear. No hay más, porque ni siquiera Josep Pla entra en el canon de los comisarios nacionales. Y a Gerhard lo ha editado Caja Madrid. A propósito, comparen la programación de conciertos de Barcelona con la de Madrid. Verán que en Barcelona aún no existe el siglo XX. El siglo XXI comenzará, supongo yo, dentro de diez generaciones.

Los que profesamos en la Universidad estamos abatidos. Es insoportable ver a esos chavales, tan inteligentes como cualquier otro grupo de jóvenes, percatarse del fraude que se ha cometido con ellos. Los años perdidos. La sistemática trivialidad que aquí llaman "educación". La conciencia de que ya es demasiado tarde. Saben que, con alguna excepción, nunca tendrán la formación de sus colegas europeos. Seguirán representando, con griegos y portugueses, a ese invitado a quien todos tratan con aire paternal: el simpático descerebrado que trae las bebidas.

Artículo publicado en: El Periódico, 24 de noviembre de 2007.

 

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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