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En el espejo de las grandes ciudades

Por 14 de septiembre de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

La verdad es que desde niños nos sentimos algo reticentes a aceptar aquello de que "la cara es el espejo del alma". Conocíamos demasiadas niñas con unas trenzas de suave hilo dorado, mirada ensoñada y boca de mandarina que, cómo olvidarlo, eran unas impresentables cerdas insolidarias que no nos hicieron el menor caso. Materialistas ruines sin órgano para la lírica. En fin, que la cara podía esconder abismos de abyección capitalista.

    En cambio estoy persuadido de que todos los lectores coincidirán conmigo en que la ciudad es el espejo de su clase dirigente. Cuando uno se pasea por París no es preciso que le digan que todos los políticos franceses tienen estudios superiores. Si pasea por Londres sabe que ni uno sólo de los munícipes ignora el monólogo de Hamlet. Y si pasea por Berlín tiene el convencimiento de que el ayuntamiento en pleno lee cada noche varios capítulos de "La crítica del juicio". Analógicamente, también sabemos que basta con dar dos pasos por Nápoles para ver a Berlusconi en pijama con una señora de labios abultados bajando por Via Toledo, vaya pareja, y que en Estambul los munícipes se meten el dedo en la nariz y eructan cuando les preguntas una dirección.

    Ayer hube de bajar a la zona histórica de Barcelona. Todavía hay quien cree que la nuestra es la ciudad razonable, aseadita, un poco cursi, pero muy confortable que inventaron Bohigas, Maragall, Serra y otros municipales con carrera universitaria. La actual es mucho mejor. Sólo admite comparación con la salida de un partido de fútbol entre rivales ingleses. Divinas Ramblas tan parecidas a un botellón granadino, pero con mil razas y religiones compitiendo por ver quien vomita más lejos. ¡Qué alianza de civilizaciones!

    Se ha armado un gran barullo porque "El País" publicó unas fotos en las que se veía a numerosas personas fornicando (a tergo) por las Ramblas, hembras y machos. Son escenas tan usuales que uno se pregunta la razón del escándalo. Sólo cabe una explicación. Los del Ayuntamiento han reconocido a uno de los clientes. Y era horario de despacho.

 

Artículo publicado el sábado 5 de septiembre de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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