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Demasiado bonito para ser cierto

Por 17 de diciembre de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Un celebrado psicólogo, Jean Piaget, dedicó muy bellas páginas al asunto de si los niños creen de verdad en los Reyes Magos. Su conclusión era que los niños creen en los Reyes Magos, aunque saben perfectamente que sus padres han comprado los regalos. Esta contradicción sólo aturde a los ciudadanos afectados por una severa racionalidad. Un docto historiador francés, Paul Veyne, dedicó hace años un estudio al mismo tema. Quería averiguar si los griegos creían de verdad en sus mitos. ¿Algún amigo de Platón o de Sócrates podía creer que para copular con Leda había Zeus tomado la forma de un cisne? Su conclusión no difería de la de Piaget: antes de la era moderna, antes del dominio científico y la difusión del espíritu crítico, era cabalmente compatible creer y no creer en algo. Las leyendas tenían su verdad y la geometría otra.

No es tan extraño. En vida suya muchas veces me pregunté (aunque nunca osé planteárselo) si mi abuela creía de verdad en un dios que era, a su vez, tres dioses, uno de los cuales había nacido de una virgen humana y por lo tanto podía morir sin por ello dejar de ser tan inmortal como los otros dos. Supongo yo que todavía queda mucha gente que cree en estas leyendas y que a lo mejor se molesta si alguien dice que se trata de mitos poéticos, fábulas, cuentos. Incluso en personas capaces de usar el teléfono y la calculadora, conducir un automóvil o invertir en fondos de pensiones, persiste esa capacidad que solemos considerar infantil o arcaica y que no tiene dificultad alguna en creer algo increíble. Por supuesto, tampoco ve contradicción en llevar una vida racional, hipertécnica, y asumir disparates. Como usar Internet, pero para consultar el horóscopo.

Ciertamente, es un proceder reservado a un tipo especial de personas: idólatras, primitivas, poéticas. Así que somos injustos cuando tachamos a ciertos políticos profesionales de cínicos. No lo son. Pertenecen a ese envidiable grupo que puede creer ciegamente en algo, sabiendo que es absolutamente falso. Y dormir como excitados infantes en la noche de Reyes. 

Artículo publicado en: El Periódico, 15 de diciembre de 2007.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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