
Félix de Azúa
Perdonen que hable de mí mismo. Quizás recuerden que estuve a punto de diñarla por causa de una obra pública chapucera que había dejado un tramo mortal en medio de una carretera recién asfaltada. Echaba yo la culpa a la Generalitat y sin embargo el asunto es más insólito y aún manifiesta cierto desorden superior. Véase.
Alertado por mi artículo, el conseller de obra pública, Joaquim Nadal, que es un lince, ni corto ni perezoso tomó su automóvil y se fue a mirar si era verdad lo que decía aquel ximplet. Vio que era verdad. En la vía aullaban trescientos metros de hoyos y socavones, una guillotina en la cinta de liso asfalto. ¿Cómo podía ser aquello posible? Pues porque ese minúsculo fragmento no pertenece a la Generalitat sino al ayuntamiento de Serra de D’Aro. Por aquel pedacito habían cruzado durante siglos, primero mulas y luego tractores buscando campos donde hincar el arado. El mínimo paso tenía derecho de pernada en el diminuto municipio ampurdanés.
Nadal, hombre de acción, habló con los munícipes, los cuales adujeron que no era asunto suyo si alguien se desnucaba en aquel palmo y que no iban a poner un céntimo. Sin duda el conseller podría haber esperado a que un loquitonto de moto y botellón se rompiera la crisma una noche sin luna. Porque ya no pasan por ahí mulas o borricos sino motos, coches, camionazos y hormigoneras. Los tiempos cambian y las propiedades, por estúpidas que sean, permanecen. Como es de razón, Nadal mandó asfaltar de inmediato el trozo criminal a costa del erario. Hoy he vuelto a pasar, como dice la canción, por aquel camino negro y era ya una carretera perfecta.
Y ahora, la conclusión. ¿Cómo puede ser que las comunicaciones de un país más o menos moderno continúen legalmente como en tiempos de Indíbil y Mandonio? ¿No es de todo punto imprescindible que la red viaria se unifique en un ejecutivo centralizado? ¿O acaso la reacción que nos encadena al pasado histórico ha de mantener privilegios medievales? Es como si por las vías del AVE cruzara de vez en cuando una trocha de cabras. Glorioso.
Artículo publicado en: El Periódico, 26 de enero de 2008.