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¡Cómo está el servicio (público)!

Por 9 de febrero de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Nadie tiene un duro, eso es cierto. Cuando hablas con diestros de la economía dirigen un dedo tembloroso a la sima en donde nos hundimos. Son ya tres millones los que han recibido el mordisco del vampiro y han quedado exangües. Les crecerán los colmillos, no lo duden. Pronto será el Estado el que resulte infectado, por muchas ristras de ajos que se cuelgue del cuello. Entonces comenzará de nuevo el vuelva usted mañana, los autobuses a gasógeno, la sanidad congoleña o la aviación de hace medio siglo. Los servicios públicos también irán al paro, es inevitable.
Por eso produce pasmo que el presidente de la Generalitat diga que no sabe cuánto se ha gastado su vicepresidente en repartir embajadas, por ejemplo en el edificio más caro de Nueva York. Y que el vicepresidente (alias Almeja Brillante) añada que no le da la gana decir cuánto gasta porque eso sería "darle un titular a la prensa española".

Vuelve el franquismo, cuando los servidores públicos eran los amos de la finca y los súbditos pagaban el gasto calladitos. Lo mismo puede aducirse del presidente gallego y de cuanto sátrapa engendra esta Administración. La transición fue incompleta, sí, pero no en el sentido que le dan a la frase los nuevos caciques. Fue incompleta porque no impidió la resurrección de la sanguijuela franquista. Ya ha resucitado.

Por cierto. Acabo de recibir una multa de tráfico (180 euros) cabalmente justa y que pagaré de inmediato por conducir a 81 kilómetros por hora en el cinturón de Barcelona donde la velocidad ordenada es de 80 kilómetros por hora. Hay unos metros en la entrada de un túnel con una señal que dice "60 por hora". Ahí es donde he pecado, mal súbdito que soy. Como yo, miles de barceloneses pagan cada día su cuota. En el banco lo conocen como el atraco del kilómetro 13.

Vuelve el Ruedo Ibérico con el folklore identitario y los chupatintas vestidos de narco. Cuando he visto la multa me ha dado la risa. Esta gente ni siquiera se toma la molestia de disimular. Lo más triste es que tienen las mismas aficiones que Paris Hilton. ¡Cómo está la izquierda, recórcholis!

Publicado el sábado 7 de febrero de 2009.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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