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Ante la próxima guerra carlista

Por 7 de septiembre de 2011 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Cada vez que a alguien se le ocurre decir que en Cataluña se habla el español por lo menos tanto como cualquier otra lengua, el establecimiento acomodado de aquella comunidad se ajusta la faja y corre a por el trabuco. ¿Es por ignorancia? ¿Por fanatismo? No, qué va, es porque la realidad siempre ha sido el peor enemigo de Cataluña.

    En todos los lugares más o menos normales la gente habla la lengua del que manda, además de la otra. El inglés de la India, de Kenya, de las islas caribeñas, herencia del colonizador, ha dado alguno de los mejores narradores de nuestro tiempo y muy buenos negocios. Los colonizados no eran tontos y sabían que la lengua del que manda es la que da dinero y expansión. De hecho, sigue dando dinero y expansión.

    En Cataluña, sin embargo, no está claro quién manda y de ahí la caótica sociedad que ha emergido en los últimos decenios desde que Pujol y Maragall decidieron sintetizar nacionalismo y socialismo diluyendo la izquierda en la derecha. Siempre que la nación está por encima de la sociedad se impone un orden para-fascista, o sea, irreal. Hace poco me enviaron un discurso que el jefe de los socialistas catalanes, Obiols, pronunció en 1994. Acusaba a Pujol de obligar a los hijos de los obreros a arrodillarse lingüísticamente ante los patronos catalanes. ¡Vaya cambio! Todo se transformó cuando Zapatero y el primer tripartito dieron un golpe de estado contra la Constitución que ha pasado sin pena ni gloria.

A partir de aquel momento allí nadie sabe quién manda. O mejor dicho, hay dos amos para una sociedad bipolar. Uno de los amos obliga a los niños a hablar la lengua del poder y los padres de los niños se resignan porque ya les gustaría que sus hijos fueran funcionarios. El otro amo parece que no exista, pero está fantasmalmente presente y se llama España. Cada año convoca oposiciones en lugares tan exóticos como Sevilla u Orense. Todo el esfuerzo del amo catalán consiste en que nadie se dé por enterado. Para el amo catalán sólo existen las oposiciones catalanas y el Barcelona CF. Lo demás es mero enemigo extranjero, sucio invasor, y tienes que odiarlo si quieres recibir alguna subvención. Evidentemente la gente con recursos, como el presidente Montilla, envía a sus hijos a colegios alemanes o americanos y se cuida mucho de caer en la encerrona de los pobres. En cuanto a los empresarios, con el inglés van que arden.

    Este divertido entretenimiento en el cual dos marionetas se pegan con un palo en un escenario irreal da mucha risa, pero es catastrófico. El retroceso de la comunidad catalana en todos los órdenes es portentoso, pero nunca jamás nadie lo expondrá en cifras y si lo hiciera sería lapidado por los medios catalanes, todos ellos siervos del amo catalán. La escisión en sectores cada vez más enfrentados está sumamente soterrada y silenciada, pero sigue zapando la trinchera.

    Hay sin embargo algo que puede simplificar la situación. A medida que se ahonda la ruina económica, menos importancia tiene el teatrito de los dos amos, lo cual se traduce en una separación cada vez mayor entre los de la soberanía y la gente que aún trabaja. Bien es verdad que todo puede terminar como el rosario de la aurora si a cualquier subvencionado le da por disparar el trabuco, pero lo más probable es que al carecer de dinero con que pagar el servicio y la munición, el secesionismo aparque momentáneamente la tercera guerra carlista. ¿O es la cuarta?

    Si se ve incapaz de mantener sentada a la clientela del teatrito, el amo catalán puede preferir el trabuco, pero es más probable que por una vez se vea obligado a aceptar el mundo real. La clientela del teatrito es ya muy escasa: el Estatut lo votó un 30% de la población catalana. Aunque también es cierto que los poderosos suelen tener suficiente con sus mutuas presencias y pendencias, como las grandes damas en los bailes de capitanía. Eso sí, con los del trabuco a la puerta vigilando la entrada.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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