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Un premio comedido

Por 19 de noviembre de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

Hace cien años, la Academia de la Lengua concedió el premio Fastenrath, que aquel año 1912 tocaba al género poesía. Se había presentado Antonio Machado, con su Campos de Castilla, y estaba muy esperanzado. Pero era catedrático de francés, y por lo tanto convicto de modernismo. También competía Juan Ramón Jiménez, con Melancolía, y este aún esperanzaba más, porque el mal databa ya de 1899, cuando apareció su poema “Las amantes del miserable” en la revista Vida Nueva, y el director Dionisio Pérez lo presentó así: “tiene la franqueza honrada de usar su legítimo apellido y empeñarse en que las gentes le conozcan, llamándose tan vulgarmente”. Pero lo peor es que también era convicto de modernismo. Como es natural, el modernismo ya no existía y estaba más pasado que la polka, pero vaya usted con esos cuentos a los de la docta casa.
 
La Academia premió a Manuel Sandoval, por su poemario De mi cercado, que con eso lo decía todo. Por si acaso, el informe académico razona y reza que el poemario fue premiado: “como no tocado ni en lo más mínimo por el pernicioso afán de extravagancias.”

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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