Cumpleaños de alto riesgo
“El tiempo no existe por sí, sino que de las propias cosas se sigue la sensación de lo pasado antes, lo que ahora es inminente y lo que seguirá luego”, aseguraba Lucrecio (I, 459-461) y no son horas de puntualizarle. Tampoco existen los números, pero entre estos y aquel nos tienen fritos.
Al número se le dio categoría de realidad primera a causa del equívoco de contar y medir. “Arithmos” (número) aparece por vez primera en la Odisea, y Proclo, al tratar de Euclides en su historia de las matemáticas (In Eucl. 1, 65, 3), fue tan amable de explicarnos que “Así como el exacto conocimiento de las números tuvo su inicio entre los fenicios a causa del comercio y los intercambios de negocios, la geometría fue inventada entre los egipcios por las mencionadas razones. Pero fue Tales, el primero en regresar de Egipto, quien trajo a Grecia esa ciencia.”
Estaba yo entretenido investigando esas inexistencias, cuando he caído en un trabajo publicado en los “Annals of Epidemiology” por el profesor Ajdacic-Gross y su equipo. Resulta, chocante novedad, que el humano es un ser delicado y cualquier inexistencia puede acabar con la suya. La gente es fantasiosa y se muere bastante más en su cumpleaños que cualquier otro día. La probabilidad de hacerlo en tan fausta fecha es un 14% más elevada y, en casos de mujeres de más de sesenta años, mayor todavía. Todas las formas de muerte aumentan su probabilidad el día del cumpleaños que, como sabemos desde lo dicho ahí arriba, ni siquiera existe. La cosa tiene su caramba.
Los infartos son un 18,6 % más probables y, en el caso de las mujeres, el riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares el día de su cumpleaños es un 21,5 % superior. Incluso puede ir uno negociando mal que bien su cáncer y morirse justo el día de marras, porque su probabilidad en esa feliz jornada es un 10 % más elevada. Ahí la influencia del aniversario parece favorable y las personas gravemente enfermas aplazan el evento mortuorio y aguantan hasta que su cumpleaños ha pasado, y cuando alcanzan el hito se relajan tanto que fallecen con un año más en la cuenta. Los hombres propiamente dichos tienen una probabilidad de muerte violenta mucho más elevada el día en que cumplen años: el suicidio es un 35 % más probable —la hipótesis explicadora tiene su gracia: “tal vez los hombres son más propensos a hacer una declaración sobre su infelicidad cuando piensan que la gente los va a tener más cuenta, al ser su cumpleaños, y tal vez las mujeres sienten que suicidarse es injusto con quienes celebran el aniversario en su compañía”—, el accidente mortal es un 29 % más frecuente, y en concreto las caídas con resultado terminante suben un 40%.
No existirán, pero esas ficticias acumulaciones y nostalgias comprimidas en los cumpleaños matan efectivamente de emoción, y la convención de que ha pasado uno año basta para desquiciar un poco más la humana condición. Y precisamente son los grandes números, otros grandes inexistentes, los que han revelado la propensión que se perfila ya desde cuatro días antes de la feliz fecha. El estudio ha computado dos millones y medio de muertes durante cuarenta años y se ha descubierto el pastel.
Otro estudio del mismo profesor Ajdacic-Gross publicado en «Psychiatry Research» refuerza la letal peligrosidad de esa inexistencia que llamamos año. Resulta que la gente se va suicidando a su marcheta habitual a lo largo de los meses y llega diciembre. ¿Qué hacen? Pues lo dejan para otro rato. En diciembre descienden los suicidios. Será, aventuro yo, por aquello de ver si año nuevo, vida nueva, o la esperanza cortesana en los gratificants encuentros familiares. Porque, con las entrañables fiestas y los jolgorios de fin de año, los números regresan a todo meter a sus niveles habituales y el personal vuelve a suicidarse con normalidad.
Contra la opinión más extendida, los suicidios invernales son menos frecuentes que los veraniegos. Pero la disminución en diciembre y el aumento con el cambio de año son notables. El estudio abarca un período de treinta y cinco años (1969-2003) y en un lapso de esa dimensión es cuando surgen los perfiles que, de otro modo, se pasarían por alto. Los hombres empiezan a suicidarse menos ya a finales de noviembre, mientras las mujeres esperan hasta primeros de diciembre para dejarlo. La disminución sigue todo el mes hasta alcanzar el 30-40% y, con el nuevo año, recupera de golpe su nivel original. La media de suicidios en todo el mes de diciembre es de un 12% inferior y los hombres, que habían empezado antes a no suicidarse, compensan de golpe, con la llegada del año nuevo, una quinta parte más que las mujeres, que no se diga.