Edmundo Paz Soldán
En una de las salas de la retrospectiva que el museo Metropolitano de Nueva York ha dedicado a Andy Warhol hay una pared empapelada por los dibujos repetidos de un hombre blanco durmiendo y un esclavo negro ahorcado. "Hanging Man/Sleeping Man", el título de ese empapelado inquietante de Robert Gober que apunta al trauma histórico fundamental de los Estados Unidos, dialoga con "Death and Disaster" (1962-3), una serie de cuadros de Warhol dedicada a accidentes sacados de los tabloides, a símbolos de la violencia imperante en la sociedad norteamericana; no hay más que pensar en "Orange Disaster #5", una serigrafía de fotos repetidas de una silla eléctrica bañada en un explosivo color naranja.
Con los años hemos reducido a Warhol y nos hemos quedado con la imagen de un frívolo rey del pop fascinado por el espectáculo de la fama y la sociedad de consumo. "Regarding Warhol: Sixty Artists, Fifty Years", la ambiciosa retrospectiva del Met, no solo nos devuelve a un Warhol más completo; también nos muestra la abarcadora influencia de su obra en el arte contemporáneo. En una sala está "Michael Jackson and Bubbles", la escultura kitsch de Jeff Koons que presenta al cantante abrazando a su mono, y en otra se pueden ver fotos de Cindy Sherman ("Film Stills", serie de autorretratos en la que asume varias identidades) y de Robert Mapplethorpe ("Bill Joulis" y "Self Portrait", agresivas reivindicaciones de la identidad gay); para llegar a esa destilación del poder y la fama, Koons tuvo muy presente los retratos de Warhol dedicados a, entre otros, Marlon Brando, Jackie Kennedy y Marilyn; Sherman y Mapplethorpe, por su parte, dialogan con la fluida construcción de identidades de género que aparece en buena parte de la obra de Warhol.
Violencia como parte del espectáculo (Bruce Nauman), identidades cambiantes (Nan Goldin, Richard Avedon) revitalización del retrato (Gerhard Richter, Keith Haring), celebración y crítica de la sociedad de masas (Barbara Kruger, Sigmar Polke), obsesión con la celebridad (Hiroshi Sugimoto), erosión completa de la tradicional división entre arte y comercio (Takashi Murakami), apropiación posmoderna de la obra de otros (Vik Muniz, Banksy): Warhol está hoy en todas partes. Eso lo ha vuelto invisible. Su obra es, como dice el alemán Gerhard Richter -uno de los que más y mejor ha seguido las pistas dejadas por Warhol–, "un síntoma de una situación cultural". Es por eso que, cuando uno recorre todas las salas de la retrospectiva y llega a la tienda del museo, no es difícil pensar que esa tienda –en la que se pueden comprar chocolates con frases inteligentes del pintor de Pittsburgh, calendarios, agendas, lapiceros y llaveros– es parte de la exposición.
(revista Qué Pasa, 12 de octubre 2012)