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¿Qué deberían leer los jóvenes?

Por 3 de junio de 2008 Sin comentarios

Edmundo Paz Soldán

Feria del libro de Madrid, lunes por la noche en Casa de América. Una mesa moderada por Arturo García Ramos y con siete ponentes siete: ¿qué deberían leer los jóvenes? Escucho nombres por ahí: Andrés Neuman sugiere a Cortázar y Monterroso, Consuelo Treviño a Sábato, Gulliver, La isla del tesoro. Alonso Cueto menciona la importancia que tiene para los jóvenes que los protagonistas principales sean jóvenes como ellos, y cuenta que en el Perú son emblemáticos Un mundo para Julius y Los cachorros. Yo sugiero uno de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto, y uno de Cortázar, Historias de Cronopios y de Famas. Alguien menciona los libros sagrados. El poeta y filosófo venezolano Josu Landa señala que, más que hablar de títulos, deberíamos preocuparnos por la recepción de la literatura -hoy hay mediaciones que no se conocían antes- pide una mayor atención a la poesía. Neuman lee un cuento breve de Piñera. Anoto una frase de Alonso: "los sueños son las historias que nos contamos a nosotros mismos".

Recuerdo: comencé a leer de verdad a los diez años, gracias a un profesor que todos los viernes nos daba dos horas de lectura en el curso y nos ponía en la mesa todas las novelas de Salgari. Así quedé fascinado por primera vez por un personaje literario, el pirata Morgan. Después descubrí en la biblioteca de mi padre su colección de novelas policiales, y tuve tres años intensos de Agatha Christie, Erle Stanley Gardner, Ellery Queen, John Dickson Carr. Mi madre se preocupó (había mucha sangre en esas lecturas, podían crearme una mente morbosa), y me compró las obras completas de Shakespeare, autor que leí con entusiasmo: había más sangre y morbo en él que en todos los escritores de policiales que había leído. Luego, a los catorce, la suerte de otro profesor, que puso en mis manos a Borges, Kafka, Cervantes.

Ahora el desafío es que mis hijos descubran el placer de la lectura. Gabriel tiene siete años y está enganchado con el Nintendo DS. Yo también fui de videojuegos, pero, claro, una cosa es ser hijo y otra ser padre. Descubro que a veces caigo en las cosas que solía criticar de los mayores: me molesta que Gabriel ignore los libros, y más de una vez le he hecho apagar el Nintendo. También he negociado: si lees media hora, puedes volver a jugar con el Nintendo. Sé que es una pésima estrategia: puede comenzar a asociar la lectura con el castigo. Luego me digo que lo mejor es relajarme: Gabriel tiene sólo siete años, yo recién me puse a leer a los diez. Además, no es que él no lea: ha terminado dos libros de cien páginas con las historias de los muñecos de Lego que son su pasión. Y el otro día, en el parque, para mi sorpresa, se puso a recitar unos versos que me sonaban familiares. Le pregunté de quién eran. De Machado, papi, me dijo. Los había leído en el colegio.

Por último, ¿y qué si a Gabriel no le interesa la lectura? Ya me ha dicho que quiere hacer películas para contar las historias de sus muñecos de Lego. Eso, creo, es más importante que mi insistencia en que lea, porque nace de él.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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