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Juan Cárdenas y el pavor de la historia

Por 25 de marzo de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

            La estructura narrativa de las dos excelentes novelas del colombiano Juan Cárdenas, Zumbido (451 Editores, 2010) y Los estratos (Periférica, 2013), es relativamente similar: agobiado por una muerte en la familia o una crisis existencial de contornos imprecisos, el narrador, un hombre de la clase media-alta colombiana, abandona el espacio que le es más familiar y deambula por la ciudad hasta llegar a sus suburbios más pobres e incluso más allá (la selva). En esa deriva, el narrador "aprende" que cierto ordenamiento social, racial y de clase con el que contaba no existe más, y que un sector invade al otro y lo corroe desde dentro. Es el destino de la fracasada modernidad colombiana, parecen decirse estas novelas escritas en prosa evocativa, cargada de un enorme poder metafórico: la "fuerza invasora" no tiene "la vitalidad y el entusiasmo que se le supone a las empresas asociadas al progreso" (Zumbido); las cosas "pierden el aura… No hay objeto que resista esa cadena de corrosión, de gasto" (Los estratos). 

En las novelas de Cárdenas resuenan dos novelas latinoamericanas fundamentales: La vorágine (José Eustasio Rivera, 1924) y El astillero (Juan Carlos Onetti, 1961). La vorágine muestra, como en Los estratos, un viaje de la ciudad a la selva, una fuga de la sociedad conservadora que rige los destinos del país por parte de un protagonista "desequilibrado tan impulsivo como teatral", y es también una exploración de ese período traumático de la historia colombiana conocido como La violencia; pero, a pesar de que acabe en fracaso, el viaje del regionalismo, sin perder conciencia de la superioridad social desde donde se narra -la mirada del citadino de clase acomodada–, todavía sueña con encontrar la esencia de la nación más allá de la ciudad, mientras que en Cárdenas los narradores se hallan desde el principio a la deriva, ya derrotados, en un viaje iniciático casi sin querer, aunque incapaces de llegar a la esencia (siempre hay una capa más que los separa de ese nucleo duro quizás inexistente).

            En cuanto a Onetti, si El astillero es la gran novela del fracaso de los sueños de progreso en el continente, Cárdenas actualiza la metáfora en Los estratos, solo que en vez de proveernos de un solo espacio de condensación -el astillero abandonado de Petrus-, lo encuentra en cualquier lugar a donde se dirija la mirada del narrador: barrios al lado de manglares, terrenos baldíos llenos de "basura, pedazos de embarcaciones muertas, espinas y cabezas de pescado", parques industriales rodeados por vertederos donde se acumulan "montañas de desperdicios". El astillero ha tomado la ciudad, y no hay nobleza en ese fracaso.

            Tanto en Zumbido como en Los estratos el presente se halla sedimentado de los rastros graves de la historia, que aparecen sin cesar con su impactante carga de violencia. Hay algo inquietante en los encuentros de sus narradores con los distintos personajes secundarios, un momento en que lo familiar se desfamiliariza y se torna siniestro. Por poner un ejemplo: en Los estratos, un tío del narrador cuenta que militó a los quince años en el Partido Conservador, y un día relata su primera experiencia descuartizando a un hombre, y cómo después, "como era la costumbre, compusieron una especie de adorno floral con las partes, metiendo brazos y piernas en el agujero que había dejado la cabeza en el tronco". El hombre descuartizado se convierte en una "máquina" hecha de pedazos, y el tío comienza a escuchar un pitido que sale de esa máquina, un zumbido que nadie más escucha, "y yo quería saber qué decía, si era que decía algo. Pero con tanta carcajada no se podía oír nada y ésta es la hora que sigo preguntándome qué era esa cosa y qué era eso tan urgente que tenía que decirme".

            Las novelas de Cárdenas sugieren que a ratos sentimos que entendemos el pavor de la historia; que a ratos vislumbramos la clave de nuestra vida en un recuerdo de la infancia. Solo que esos ratos, al aguzar el oído, apenas escuchamos un zumbido.        

 

(La Tercera, 24 de marzo 2013)          

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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