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Fue Halloween y fue navidad

Por 18 de octubre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

En la portada del último número del New Yorker se puede ver el edificio del congreso de los Estados Unidos dibujado como si fuera una mansión embrujada. Hay en la puerta una telaraña, lápidas y un gato negro en el jardín; en la parte superior izquierda se ven cuatro figuras suspendidas en el aire, como saliendo del edificio: dos son de fantasmas, y en una se reconoce al speaker de la Cámara de Representantes, John Boehner, y en otra a Ted Cruz, líder de la oposición republicana al plan de salud del gobierno (conocido popularmente como Obamacare). El mensaje es claro: el cierre de la administración federal debido a presiones republicanas ha convertido al Congreso en un edificio abandonado en el que no se legisla. El color anaranjado de la luna nos recuerda que estamos cerca de Halloween, y podemos pensar que las últimas dos semanas los republicanos se han dado su propia fiesta de los muertos: han sido derrotados por completo, por más que algunos desubicados lo celebren como un triunfo principista.

El cierre de la administración fue real, aunque no completo. En la ciudad donde vivo, Ithaca, pude entrar a un parque nacional, aunque en la puerta no había nadie para cobrarme la entrada de siete dólares. Las oficinas de la seguridad social estuvieron cerradas, aunque no el correo. Más que detenerse el gobierno, lo que hizo fue demorarse: hubo personal que fue enviado a casa, mientras los servicios esenciales permanecieron abiertos. Y hubo alguna que otra protesta en las calles, sobre todo frente a las oficinas del único representante republicano que tiene este pueblo de mayoría demócrata. Se protestaba, claro, contra esa una fiesta anticipada de Halloween en el Congreso, con monstruos que asustan y todo.

Pero si hubo Halloween en el Congreso, la Casa Blanca ha tenido una anticipada y larga fiesta de navidad. Para Obama, el comportamiento intransigente de los republicanos del Tea Party ha sido, traduciendo un dicho del inglés, "el regalo que no se acaba". Antes de que los republicanos decidieran cerrar la administración federal, Obama se encontraba en un momento complicado de su presidencia, con un porcentaje de aprobación en el 41%. Pero los republicanos, apoyados por varios grupos conservadores para quienes el plan de salud es anatema, decidieron jugarse todas las cartas al cierre de la administración, sin siquiera tener una clara estrategia para salir del problema que estaban creando. Así, le dieron a Obama la oportunidad de ser el líder inflexible que le reclamaban sus aliados liberales, el hombre dispuesto a no hacer concesiones a las demandas de un grupo vociferante que, después de todo, es minoría en el Congreso (eso sí, una minoría capaz de paralizar el país). Gracias a los malos cálculos republicanos, hoy el partido demócrata se encuentra más unido que nunca.

Los republicanos del Tea Party defendían su propia lógica: la instauración de Obamacare como la nueva ley del país puede permitir que los demócratas capten votos entre los blancos pobres, votantes tradicionales del Tea Party (ese grupo es el más favorecido por Obamacare). Luchar contra el plan de salud no sólo significaba evitar la expansión del gobierno federal, sino también impedir una sangría de votantes entre sus partidarios. La forma impopular que tomó esta batalla de un grupo populista hizo que, al final, el pacto para reabrir la administración federal terminara sin ninguna concesión de parte de los demócratas. En su lucha por un presupuesto más favorable a su causa, los republicanos podían haber logrado más a través de una batalla legislativa que con el Congreso cerrado. Ni hablar de su imagen, golpeada en las encuestas, ni de su unidad de grupo: hay analistas que sugieren que a los republicanos les iría mejor si el ala del Tea Party se independiza y crea su propio partido.

El pacto para reabrir la administración federal es en realidad una forma de ganar tiempo. Después de año nuevo, los problemas volverán, y habrá que tomar decisiones impopulares en relación con el techo de la deuda y el presupuesto fiscal. Pero es dudoso que los republicanos vuelvan a cerrar el Congreso, al menos por un tiempo. Aunque lo cierto es que, tal como están las cosas, no hay que subestimar la capacidad de los líderes del Tea Party de seguir enamorados de su propia fiesta de los muertos, ni su habilidad para regalarle de tanto en tanto una navidad prolongada a Obama.

 

(revista Qué Pasa, 18 de octubre 2013)

 

 

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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