
Eder. Óleo de Irene Gracia
Edmundo Paz Soldán
Un sábado por la mañana en una ciudad inglesa, hace un par de meses, fui a un quiosco en busca de El País. Me iba con el periódico entre manos cuando me llamó la atención un titular sobre Bolivia en otro periódico. Estuve a punto de parafrasear a Vargas Llosa en El Hablador ("Vine a Firenze para olvidarme por un tiempo del Perú y de los peruanos y he aquí que el malhadado país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada").
El periódico era el Irish Times. Lo hojeé, descubrí que en el suplemento del fin de semana había un reportaje titulado "The Life and Death of Michael Dwyer". El caso Rósza había explotado una semana antes y las noticias que provenían de Bolivia, con las acusaciones y las contraacusaciones, los detalles que no encajaban del todo, las preguntas sin respuesta, presentaban un panorama confuso.
Compré el Irish Times y leí en un café las dos páginas fascinantes dedicadas al irlandés Dwyer y a Bolivia. El corresponsal del periódico, Tom Hennigan, había hablado con el personal del hotel Las Américas -"no hablaba bien en español pero era una buena persona. Lo recordamos jugando en torno a la piscina, cantando"- y la dueña del hotel Asturias, María Diez -"Se portaba bien, era muy bien educado. Los de su grupo desayunaban juntos, nunca tomaban demás o cosas por el estilo"–. Hennigan se quejaba de la parcialidad de la investigación oficial y dudaba de que Rósza, Dwyer y los demás fueran terroristas: "Los agarraron como ratas en una trampa, metidos en el cuarto piso de un hotel con pocas posibilidades de escape si los descubrían, en el centro de la ciudad en la que supuestamente recién habían puesto una bomba [en la casa del Cardenal]".
La lectura de esa mañana me hizo preguntar acerca de la forma en que se percibe afuera a Bolivia. Se me ocurrió que el caso Rósza podía ser un buen lugar para estudiar el estado de las cosas. Hace algunos días decidí revisar en el archivo en línea del Irish Times todo lo que se había escrito sobre el caso Dwyer, Santa Cruz o Bolivia.
El tema central, el más insistente para los corresponsales irlandeses, es la lucha entre el gobierno central y Santa Cruz. En uno de los primeros reportajes desde Bolivia, publicado el 22 de abril, se menciona que la investigación sobre lo ocurrido en el hotel Las Américas "es parte de la agria disputa política que ha envenenado la política boliviana durante años y amenaza con separar a este país profundamente dividido". En uno de los últimos reportajes, el del 14 de mayo, se insiste: la investigación "ha empeorado las divisiones políticas y regionales".
Para el Irish Times, la muerte de un ciudadano irlandés en un lejano país latinoamericano no podrá ser esclarecida dadas las circunstancias políticas. Es revelador encontrar en la sección deportiva del 25 de mayo una analogía referida a Bolivia, basada en una más conocida sobre Napoleón y Waterloo. Un entrenador de un equipo de rugby va a jugar a Toulón, y el periodista menciona que "Toulón será su Bolivia". Se aclara que la mención hace referencia al Che y su muerte, pero, dado el contexto, uno podría pensar que el que escribió el artículo tenía en mente a Dwyer.
Aparte de las noticias específicas sobre el caso Rósza, los periodistas aprovechan su estadía en Bolivia para hacer dos reportajes, uno sobre la Nación Camba y otro sobre la cárcel de San Pedro en La Paz. En el que trata de la Nación Camba (24 de abril), Santa Cruz es descrita como una ciudad "intelectualmente vibrante", se menciona que uno de los participantes a un encuentro de la Unión Camba que la lucha por la independencia del gobierno central en La Paz comienza incluso antes de la llegada de los europeos, y se entrevista al fundador del grupo, Sergio Antelo, que dice que "en Santa Cruz siempre se habla de una confrontación con el gobierno, pero esto es pura charla. Hace un tiempo que llegamos a la conclusión de que no existen en Sud América las condiciones necesarias para que triunfe un movimiento separatista".
En cuanto al reportaje sobre San Pedro, la periodista Maura Derrane lo justifica con un vínculo forzado ("si Dwyer hubiera sobrevivido al ataque de la policía, con toda probabilidad habría terminado aquí junto a dos miembros de su grupo"). Aquí lo que vende es la nota sensacionalista: Derrane dice que nunca olvidará su visita a "esta prisión como no hay otra en el mundo, donde se manufactura cocaína entre las cuatro paredes, las esposas y los hijos de los presos viven allí, los presos pagan alquileres por sus habitaciones y hasta hace poco los turistas podían recorrerla con una cámara de video". San Pedro confirma a los europeos el exotismo de Bolivia: si en este país la policía mata antes de preguntar, el proceso legal "está totalmente contaminado" y los defensores de la ley "la quiebran con impunidad" (25 de abril), San Pedro es el corolario inevitable. Los países tienen las cárceles que se merecen.
Hubiera sido interesante que el Irish Times aprovechara la presencia de sus corresponsales para hacer reportajes que dieran una visión menos esquemática de Bolivia. Pero quizás eso es mucho pedir. El caso Rósza ha servido para que la prensa europea compruebe que sus sospechas sobre Bolivia eran correctas. Hay menciones positivas sobre Santa Cruz, pero eso no es suficiente. Quizás el triste legado de este caso, al menos en Irlanda, sea que se diga de cualquier irlandés derrotado o muerto en otro país que encontró allá su Bolivia.
(CA$H, Junio 2009)