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Alberto Chimal el explorador

Por 31 de diciembre de 2012 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

 

           El escritor mexicano Alberto Chimal (Toluca, 1970) contiene multitudes. Es suficiente que respire para que aparezca un nuevo cuento suyo. Su cuenta en Twitter destella ocurrencias, y ya son clásicas las formas en que saluda o se despide: "Buenos, días, como ensaya el fantasma una y otra vez. (Un día conseguirá mover ese cuerpo como lo movía su antiguo propietario)". En el blog "Las historias" recopila algunas de sus ficciones, y Horacio Kustos, su gran creación -"el viajero en el tiempo"- tiene su propio Tumblr.

Chimal propone un nuevo modelo de ser escritor hoy, cómodamente instalado en las redes sociales y en Internet, sin por ello alivianar un ápice de su ambicioso proyecto literario. Para los lectores algo cansados con el modo realista en el que se desenvuelve buena parte de la literatura latinoamericana contemporánea, Chimal es un escritor imprescindible. Su segunda novela, La torre y el jardín (Océano, 2012), es un prodigio de la imaginación, una fascinante experiencia de lectura que, si hay justicia, debería convertirse en uno de los primeros clásicos de la literatura latinoamericana de este siglo.   

            Chimal fusiona con naturalidad el género fantástico con la ciencia ficción. La torre y el jardín es la historia de El Brincadero, un burdel peculiar, extravagante: desde afuera, es un simple edificio; desde adentro, los pisos son infinitos. Al construir su historia en torno a un edificio que es más grande visto desde adentro que desde afuera, el escritor mexicano juega con paradojas del tiempo y el espacio propias de la ciencia ficción. En el Brincadero existe un bestiario muy propio de la literatura fantástica: cada piso está destinado a un animal o insecto –hay ornitorrincos, pelícanos, piojos– y a la satisfacción de deseos con éste:. "Las fantasías, por igual las de horror que las de belleza, son tercas y voluntariosas si las obligan a cumplirse", dice el narrador, pero a los clientes no les importa: lo que quieren es dar rienda suelta a la imaginación y conectar el sexo con juegos de poder, sadismo y masoquismo (no hay nada normal en el sexo, parece decir Chimal; el sexo es perversión)   

            La torre y el jardín está anclada en dos personajes conmovedores. Uno de ellos es Molinar, el hombre que busca resolver en El Brincadero un siniestro trauma de su infancia; el otro es Horacio Kustos, alguien que puede convertirse en emblema de la renovación de la literatura latinoamericana de este siglo y que, vestido con un traje de astronauta, se encuentra en el edificio tratando de descubrir las razones más profundas para su construcción. Kustos, que ha aparecido en otros cuentos y novelas de Chimal, es el viajero que se desplaza constantemente a través del tiempo y el espacio, con la misión de testimoniar "la riqueza invisible del mundo: las numerosas maravillas que alberga todavía y que la humanidad ya no es capaz de ver, por creer que todo ha sido ya descubierto, todos los sitios cartografiados y todos los paisajes vistos y representados mil veces". La obra de Chimal está a la altura de la misión encomendada a Kustos: es un incesante muestrario de esa riqueza oculta, presentada aquí con tanto desparpajo que hace parecer fácil aquello que es muy difícil de lograr.

            La torre y el jardín se mueve con soltura hacia atrás y hacia adelante, y en el trayecto nos enteramos de la historia de la torre y de quienes la construyeron, y de su siniestra finalidad. También hay descansos a lo largo del camino, en los que aparecen cuentos que pueden leerse de manera autónoma, digresiones que son también parte esencial de la trama. Como el edificio, la novela de Chimal consta de pisos luminosos, recovecos oscuros, bifurcaciones inesperadas. Los exploradores avanzan por la torre rumbo a su oscuro corazón (el jardín), para toparse con una revelación a la altura del misterio.       

(La Tercera, 31 de diciembre 2012)

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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