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La noche daltónica

Barnett Newman.The Death of Euclid (1947) HOJA DE LIBRO NOCTURNO

Una noche de mayo aterricé en un frío claro de luna en que la hierba y las flores eran grises pero el aroma, verde.

Resbalé cuesta arriba en la noche daltónica mientras las piedras blancas señalaban la luna.

Un espaciotiempo de algunos minutos cincuenta y ocho años de ancho.

Y tras de mí más allá de las aguas relucientes cual plomo estaba la otra costa y los poderosos.

Gentes con futuro en vez de rostro.

Tomás Transtromer

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31 de mayo de 2010
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Un candidato al Nóbel traducido

Tomás Transtromer. Tomás Tranströmer, el poeta sueco nacido en 1931, es un eterno candidato al Premio Nobel y su nombre ya no resulta desconocido para nosotros, aunque sí su obra. Felizmente, me entero que en España la editorial Uriz ha decidido publicar un poemario suyo bajo el título (hermoso, desde ya) El cielo a medio hacer. Dice la reseña de Jaime Siles en el ABCD:

El cielo a medio hacer contiene no pocos poemas excelentes, como «Cara a cara» o «Una oscura silueta nadadora». Si en este libro Tranströmer se muestra «a mitad de camino hacia el lenguaje», en el siguiente -Tañidos y huellas (1966)- está por completo dentro de él. El yo es lo que aquí se poetiza, pero un yo que no es el romántico, sino el yo poético humano universal. De ahí la invocación a Arquíloco y ese moverse tras el olor de la verdad. Una deriva menos lograda parece Visión nocturna (1970), que mejora en Senderos (1973): sobre todo, en el poema «La parroquia dispersa», que supone una muy válida actualización de la llamada «poesía social». Una apuesta de calado mayor es la que hace en Bálticos (1974), donde amplía tanto el mapa como la materia propia de su discurso, enriquecido por la experiencia de la memoria personal. Y lo mismo, pero por medio de otros cauces más abiertos, como el poema en prosa, realiza en La barrera de la verdad (1978). Descubre que «el otro mundo es también este mundo», y que -como expone en La plaza salvaje (1983)- a veces hay «palabras, pero no lenguaje» y, otras, «lenguaje, pero no palabras». En «Air Mail», Tranströmer hace suyo medio verso de Mallarmé -«el silencio avaro»- y remodula el madrigal: «En algún lugar de nuestras vidas» hay «un gran amor sin resolver». Lo más interesante del Tranströmer último, semiparalizado por su enfermedad, es Góndola fúnebre (1996).

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30 de mayo de 2010
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Babel

Todos los diccionarios juntos no contienen ni la mitad de los términos que necesitaríamos para entendernos unos a otros. De El hombre duplicado, Alfaguara, p. 159

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30 de mayo de 2010
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Oloixarac, de covergirl a merodeos teóricos

carátula de Quimera Febrero Hay que decir que en la literatura latinoamericana, tan machista por naturaleza, ser mujer es un problema. Ser mujer guapa es doble problema. Pero ser una mujer guapa que, además, se sabe linda, es un problema trigonométrico que se resuelve con el menosprecio. No he leído Las Teorías Salvajes de Pola Oloixarac simplemente porque cuando quise comprarlo, en enero, se había agotado. No la he leído pero la leeré. Así comprobaré, como dicen algunos, si realmente además de ser una mujer bella es una autora inteligente más que provocadora; o sabré si solo es una ilusión movida por un marketing que, hay que decirlo, no muchas veces ha sido motivado por ella sino por sus rendidos admiradores. La revista Quimera, por ejemplo, la puso de cover-girl en el mes de febrero en una campaña mediática que resultó exitosa para introducirla en España. Ella no tiene la culpa. Solamente es guapa. Pero como de carátulas no vive la literatura, lamentablemente, algunos críticos fuera de Argentina han empezado a tomar en serio Las Teorías Salvajes. Ernesto Ayala-Dip, en Babelia, es uno de ellos. Dice:

Pola Oloixarac inventa una voz femenina nacida en 1977. Un año después del golpe de Estado, ese terrorífico gesto de la maldad humana llevada hasta sus últimas consecuencias en Argentina. La era de las ?muchachas hermosas? pisoteadas por las botas militares. Pero esa era también la de los mesiánicos redentores del proletariado que llegaron a ponerle estribillo y melodía imbéciles a la muerte de sus víctimas. La crueldad infinita aliada con la estupidez histórica. En el orden de las enseñanzas que mencioné al comienzo, señalaría la operación de ilusionismo novelesco que ensaya la autora. Crea un discurso (desde un yo enfáticamente femenino) a caballo entre la antropología, la filosofía, el replanteamiento de la historia argentina más reciente (incluidos sus señales y roles más despreciables). Todo ello simulando digresiones (y cuando hablo de digresiones, me refiero a Tolstói, Dickens, Poe, Melville), merodeos teóricos que exigen la puntual risotada y la sensación de que toda la ironía que invade la novela te compromete como ser humano nada ajeno a lo que lees. Pola Oloixarac crea una novela sorprendentemente madura. Hablo de la madurez de su escritura, de la nitidez hiriente de los caracteres humanos. Una propuesta distinta de belleza estética en medio del desastre, la oscuridad y la idiotez que nos rodea. Me gustó una frase de Juan Terranova en su relato-prólogo a Hablar de mí (Lengua de Trapo), antología de jóvenes cuentistas argentinos: ?Y pese a todo, mi paranoia sigue siendo analógica?. Paranoias analógicas y digitales: un incierto paisaje con futuro novelístico.

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30 de mayo de 2010
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Servicio de protección al consumidor

consumidor.gov.ar Muy molesto se muestra Gonzalo Garcés con la crítica literaria española que es ?aburrida?, si bien no tan mala como la francesa resalta, pero bastante mala de todos modos (aunque salva algunos nombres, entre ellos el de dos realmente salvables como el de Gustavo Faverón y el de Christopher Domínguez Michael). Lo que más le molesta es aquello que califica, no sin humor (y veracidad) como el deber de ?servicio de protección al consumidor? y lo anuncia así:

(?) los críticos españoles establecidos ?cuando no están adulando abyectamente a un autor publicado por el mis mo grupo editorial del diario que les paga el sueldo?, están intere­sados en una sola cosa: el control de calidad.  A tono con esa suerte de servicio de protección al consumidor, usan esos modismos que suelen dar un aire tan cómicamente almidonado a los suplementos españoles: ?Echase en falta una mayor agilidad?? ?No se puede en modo alguno aprobar?? A propósito de esfuerzos ridículos por esconder la propia subjetividad, me acuerdo de un compañero de colegio que una vez, jugando a las escondidas, cuando lo descubrieron gritó: ¡No, yo no estoy acá! Si eso fue motivo de risa durante toda la primaria, no veo por qué merece menos quien intenta ganar autoridad desapareciendo detrás de la figura pétrea del Custodio de la Cultura. 

Lo más interesante del artículo es la comparación que hace de dos reseñas, una en El Mundo y otra en NYT sobre Acción de gracias de Richard Ford. Dice:

Tengo a mano dos reseñas de la novela Acción de gracias de Richard Ford. La primera apare ció en el diario español ?El Mundo? y la firma José Antonio Gurpegui; la otra la escribió A.O. Scott para el ?New York Times?. La reseña de Gurpegui es representativa. Desde la primera frase descarta la crítica en favor del cholulaje: ?Richard Ford fue uno de los invitados estrella durante la última edición de la feria de Francfort.? Siguen tres párrafos de sinopsis; en el cuarto, se afirma que cierta frase del protagonista de Acción de Gracias ?podía haberla pronunciado el inefable Conejo Armstrong de Updike, o el singular Nat Zucker man de Philip Roth?. Que Ford se parece a Roth y Updike es una de esas ideas que corren por las redacciones y se repiten a falta de opiniones propias. Gurpegui no intenta someterla a examen. Sobre el final, advierte que hay en la novela personajes ?que plantean complejos interrogantes?: se refiere al tibetano Mike Mahoney. Dicho lo cual, cambia de tema. Por lo visto, los interrogantes son tan complejos que mejor ni tocarlos. Son 706 palabras. No hay una que no pudiera estar en la solapa del libro. La reseña de Scott toca casi los mismos puntos que Gurpegui. Pero ahí donde el español reproduce acríticamente, Scott indaga. En realidad, basta el primer párrafo para establecer ?y, de nuevo, no hay crítica sin esto? que estamos ante un problema. Scott cita del libro: ?Ojalá pudiera decir que tengo una fórmula para convertir la cualidad de lo grande en pequeño.? Esta frase resume una voluntad muy presente en la novela: presentar lo cotidiano como lo que vale la pena narrar de la experiencia humana. Frank Bascombe, el protagonista, insiste en presentarse como un tipo nor mal. Scott toma nota, pero duda. En la práctica ?dice?, el autor amplía hasta lo monumental lo que normalmente sería pequeño. Cada sándwich que se come, cada subida a la autopista, está tratada como un hecho épico. Pese a las protestas de normalidad, el mundo de Frank tiende al gigantismo. Scott nota que esto puede ser halagador para los lectores, que se encuentran, al mismo tiempo, con un personaje excepcional y con permiso para considerarlo como su igual:  ?Aquellos de nosotros que so mos menos modestos que Frank nos complacemos en proclamar lo un Hombre Representativo, un Héroe Cotidiano, un reluciente ejemplar del Gran Cualunque Americano.? En menos de una página tenemos una discusión en marcha acerca de la identidad colectiva, los arquetipos nacionales, la noción consensual de ?normalidad? y los juegos más o menos dies tros que un escritor puede intentar a partir de esto. Sería absurdo sostener que esto agota lo que una reseña puede hacer; decir que no resulta más estimulante que el ejercicio publicado por el español sería mala fe. Por otra parte, la reseña de Scott pone de manifiesto, por contraste, las inhibiciones que paralizan al sistema crítico argentino: la repugnancia a preguntarse por la recepción, por las teclas que el libro tocará en el lector común, y la renuencia a tomarse a sí mismo como campo de pruebas válido para inferir esa recepción. Ni siquiera aceptamos el concepto de ?público?; nos resulta demagógico, sospechoso de mercantilismo. Pero el público, sin preocuparse de lo que pensemos, existe; y en cambio el libro no existe plenamente hasta que entra en contacto con él. Considerado esto, que el crítico tome sus propias reacciones como aceptablemente representativas y las incluya como prueba de cargo, sin esconder su necesaria subje tividad, sin el ?nosotros? clerical ni la impostación positivista, no es un acto de soberbia sino de humildad, apropiada y provecho sa humildad. Cuando el crítico se resigna a decir ?yo?, se puede empezar a construir algo. 

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30 de mayo de 2010
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Merkel nos ha fallado

Esa Europa sin líderes y sin ideas que lleva una década a la deriva proyectó hace ocho meses todas sus angustias y también sus esperanzas sobre la segunda victoria electoral de Angela Merkel. Ahí tenemos una dirigente consistente, lejos del narcisismo de Sarkozy, de la disoluta concepción de la política de Berlusconi y de la ligereza de Zapatero, se dijeron los europeos. Con su segundo mandato en la cancillería, optando finalmente por la coalición de su preferencia con los liberales, pero con un cierto talante centrista y social, la nueva etapa era todo promesas, no tan solo para los alemanes, sino para toda Europa. No ha sido así. La mujer más poderosa del planeta también nos ha fallado, y con ella, su coalición y su Gobierno, tal como ha quedado en evidencia en el momento más crítico de la reciente historia europea, los días y las noches bruselenses del rescate financiero de Grecia y de la aprobación del colosal fondo de avales y garantías por 750.000 millones de euros, arrancado con fórceps después de tres meses de forcejeo con el Gobierno de Berlín.

No pudo ser la canciller del Clima, como era su aspiración, descabalgada en diciembre pasado de la cumbre de Copenhague por la irrupción de China, aliada con India y Brasil, a pesar de su larga trayectoria primero como ministra de Medio Ambiente de Helmut Kohl y luego como animadora de la posición europea, principalmente desde su presidencia de turno de la UE y del G-8 en 2007, cuando consiguió en la cumbre de Heligendamm que George Bush reconociera al menos la existencia de un problema de calentamiento global de la atmósfera. Pero tampoco ha conseguido, ni lleva el camino por el momento, convertirse en la canciller que saque a Europa de la crisis financiera, ante la que ha reaccionado tarde, mal y sin vocación alguna de liderar a la UE. Según el ex ministro alemán de Exteriores Joschka Fischer, Merkel ha desperdiciado su cita con la historia, esa ocasión única que sólo a muy pocos líderes políticos se les ofrece para que demuestren su valor y su capacidad para superar las mayores dificultades. Muchas son las explicaciones proporcionadas oficiosa u oficialmente por las autoridades alemanas para justificar la inacción y la tardanza de Merkel ante la quiebra de Grecia. La vigilancia del Tribunal Constitucional sobre todas las decisiones europeas es la más sólida de todas ellas. A fin de cuentas, uno de los reproches alemanes a la Unión Europea, sustentado por las sentencias de su más alto tribunal, es que los principales avances en su construcción no se han decidido por procedimientos de transferencia de soberanía escrupulosamente democráticos, sino por pequeños pasos que desembocan finalmente en una decisión automática: es el caso de la adopción del euro, la ampliación de la UE y ahora el rescate de Grecia y el cambio de funciones del Banco Central Europeo, súbitamente ocupado en tareas que desbordan la estricta estabilidad monetaria y autorizado para operaciones con bonos hasta ahora prohibidas. El Tribunal ha venido reaccionando ante cada uno de estos pasos con prudencia, pero también con sentencias exigentes respecto a su papel de guardián de la Constitución y de la soberanía alemanas. Poca consistencia tenía, en cambio, la dilación del plan de rescate que Merkel intentó a la espera de las elecciones regionales en Renania del Norte-Westfalia, uno de los mayores Estados federados, que debía asegurarle la mayoría en el Bundesrat. Al final no pudo esperar, puesto que el mecanismo financiero se aprobó en el mismo fin de semana del 9 de mayo en el que los electores iban a las urnas, y, para postre, su coalición fue derrotada. En realidad, el argumento más sólido para la canciller es el que menos puede exhibir y menos lustre le da como dirigente con capacidad de cambiar el curso de las cosas. Es la impopularidad de unas medidas que afectan al bolsillo alemán y están destinadas a la salvación de los países considerados como los malos alumnos de la unión monetaria, a los que los alemanes han venido tradicionalmente mirando por encima del hombro. Razones no les faltaban. Grecia, a fin de cuentas, falsificó sus estadísticas de déficit y deuda, de forma que nunca debió incorporarse al euro; tiene una Administración pública elefantiásica y un nivel de fraude fiscal muy poco recomendables. Difícilmente Merkel podía hacer oídos sordos a estos argumentos, reflejados con crueldad por una prensa sensacionalista, el Bild Zeitung sobre todo, a la que la canciller hace mucho más caso del que debiera, un vicio que anteriores cancilleres también han practicado y que no es exclusivo alemán: Tony Blair sufría de idéntica enfermedad mediática. El reproche que merece la canciller tiene que ver con aquella vieja función pedagógica que cabe exigir a quienes se dedican a la política, y que en su caso probablemente ha faltado o ha sido insuficiente. Aunque las cosas le han ido muy bien a Alemania en los últimos años, su opinión pública ha reforzado todo un repertorio de tópicos autojustificativos que en el caso alemán vienen a sustituir a los sentimientos más chauvinistas de otras naciones sin su mala conciencia histórica. Es el país que más paga y el que más cumple. Es el que más ha arriesgado, porque ha cedido su querida moneda, aquel marco que fue en su día la divisa fuerte europea. Es el que más tiene que perder en caso de inflación, vista una experiencia histórica que ha arruinado a las familias alemanas en dos ocasiones en los últimos 100 años. Angela Merkel ha tenido muy en cuenta todos estos argumentos y, en cambio, no ha dedicado mucho tiempo ni atención a poner sobre la mesa otros argumentos de la misma o mayor solidez. Alemania es el país que más se ha beneficiado del euro y el que mejor partido ha sabido sacar de los últimos 20 años transcurridos desde la unificación. Superada la difícil digestión de aquel esfuerzo financiero, Alemania tiene, además, el mérito de haber sabido ajustar su Estado de bienestar, antaño faraónico, con mucha antelación respecto a la actual crisis. Una y otra cosa le han proporcionado mayor competitividad a su economía y han multiplicado su capacidad exportadora intraeuropea, a costa de las balanzas comerciales de sus países socios. Con la aprobación del Tratado de Lisboa ha adquirido finalmente el peso que corresponde a su tamaño en las instituciones europeas. La ampliación a los 27 la ha situado, además, en el corazón geopolítico de la Europa unida. Y todo esto lo ha conseguido por méritos propios, pero también por la aportación y la acción solidaria de los otros países socios. Ha fallado Merkel, pero tanto como ella ha fallado también Guido Weterswelle, su ministro de Exteriores, si bien este último no había levantado tantas expectativas. Su partido liberal entró en el Gobierno de coalición con un programa de recorte de impuestos pensado en otra época y para otra época. Pero, además, su papel en toda la crisis ha sido nulo. No se le ha visto ni se le ha oído. A Merkel y a Westerwelle se les va a juzgar comparativamente por lo que hicieron sus homólogos hace 20 años en una crisis anterior de proporciones tectónicas similares, como fue la que desencadenó la caída del muro de Berlín, la unificación primero monetaria y política de Alemania y, al final, la desaparición del entero sistema soviético. Helmut Kohl y Hans Dietrich Genscher fueron entonces los dos personajes capaces de dirigir y liderar su país y la propia Europa, aunque contaron como compañeros de aventura con dirigentes de talla equivalente en Bruselas y en los países socios, compañía que ciertamente también les falta ahora a los alemanes. Hay una incomodidad de la actual Alemania de Berlín con el tamaño efectivo que le ha proporcionado la unificación y la superación de los más viejos complejos. A pesar de que no hay buena sintonía entre Berlín y París, los dirigentes alemanes parecen añorar aquellos viejos tiempos en los que las responsabilidades eran mucho más compartidas y no recaían exclusivamente sobre sus espaldas. Todos los ojos se vuelven hacia la mayor y más dinámica de sus economías cuando llega la tempestad financiera, pero la respuesta de Berlín es de pánico escénico, que se traduce inmediatamente en un programa de dureza, amenazas y rigor. Después de haber optado con Helmut Kohl por una Alemania europea, frente a la derrotada Alemania que quiso germanizar Europa, ahora Alemania reclama de nuevo una Europa económicamente más alemana. Más competitiva, más ahorradora, más descentralizada, con un Estado menos intervencionista. Y en esto no le falta razón, aunque para obtenerla no basta buscar la buena sintonía con su opinión pública, ni la administración rigorista y defensiva del statu quo, sino que se necesitan más gestos y pasos efectivos en el terreno abiertamente político. ?La elección hoy es entre auténtica integración y disolución?, ha declarado Fischer. Merkel no le ha quitado la razón cuando ha reconocido que ?si cae el euro, cae Europa?. Merecería el título de canciller de Europa si fuera ella quien hiciera de tripas corazón; de la crisis, oportunidades; y liderara la unión política que Europa no ha querido realizar hasta ahora. Pero en esto, como mínimo hasta ahora, nos ha fallado.

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30 de mayo de 2010
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Schweblin, 51 Punkte

Por Samanta Schweblin. Foto: Lucio Ramírez./ Eterna Cadencia Las coincidencias son fabulosas. Justo hoy, que publico la reseña que Luis Herán Castañeda ha hecho de Pájaros en la boca, me entero que treinta críticos alemanes muy reconocidos eligen, cada mes, los 10 libros más destacables y en la selección de mayo, en tercer lugar, aparece ni más ni menos que la siempre discreta pero genial Samanta Schweblin con la traducción al alemán de Pájaros en la boca, editada por Surkhamp bajo el título Die Wahrheit über die Zukunft (?La verdad acerca del futuro?). La exigente lista alemana se completa así: 1. (-) ERNST KAISER: Die Geschichte eines Mordes**. Verlag Ralf Liebe. 67 Punkte 2. (-) RICHARD YATES: Ruhestörung*. DVA. 63 Punkte 3. (-) SAMANTA SCHWEBLIN: Die Wahrheit über die Zukunft**. Erzählungen. Suhrkamp. 51 Punkte 4. (-) INGEBORG BACHMANN: Kriegstagebuch. Mit Briefen von Jack Hamesh an Ingeborg Bachmann**. Suhrkamp. 44 Punkte 5. (9.) WARLAM SCHALAMOW: Künstler der Schaufel. Erzählungen aus Kolyma 3**. Matthes & Seitz. 38 Punkte 6. (-) KATHRIN SCHMIDT: blinde bienen. Gedichte**. Kiepenheuer & Witsch. 36 Punkte 8.(-) IRIS HANIKA: Das Eigentliche**. Droschl. 25 Punkte (2.) HANS JOACHIM SCHÄDLICH: Kokoschkins Reise**. Rowohlt. 25 Punkte 9. (-) JÁCHYM TOPOL: Die Teufelswerkstatt**. Suhrkamp. 20 Punkte 10. (10.) JULIAN BARNES: Nichts, was man fürchten müsste**. Kiepenheuer & Witsch. 19 Punkte

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28 de mayo de 2010
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Aprovechar la luz

Miles de habaneros se transportan a fuerza de dedo o, lo que es lo mismo, pidiendo en los semáforos que algún chofer les haga el favor de llevarlos. La mayoría de estos viajeros alternativos son mujeres jóvenes, ya que es más fácil recibir un aventón cuando se porta saya ?si es corta mejor? que siendo un muchacho o una anciana. En la intersección de dos avenidas se les ve inclinándose sobre las ventanillas para preguntar el destino del auto y pedir que les adelanten un tramo. Muchas veces los conductores mienten porque no quieren montar extraños en sus vehículos y argumentan que cien metros más adelante llegarán a su destino o doblarán en U. Simpático catálogo el que podría hacerse con todas las justificaciones que escuchan los asiduos del autostop de quienes no quieren ayudarlos. Tras el timón, una voz les advierte que “tiene las gomas con poco aire y no aguantan el peso de otra persona? o que “debe recoger al jefe que vive unas cuadras más adelante?. También están los que suben los cristales oscuros antes de llegar a las esquinas donde tantos esperan por una ?botella?, o aumentan el volumen de la radio para no escuchar el ruego que les hacen desde las aceras. Lo mismo con una matrícula estatal o una privada, el ?no? se convierte en respuesta recurrente que brota desde el interior de las carrocerías hacia quienes se achicharran bajo el sol de nuestro ?eterno verano?. Risibles o  aterradoras son también las historias de atrevimientos e insinuaciones que los choferes ?desde su poder? les lanzan a las agradecidas mujeres que logran ser transportadas. Van desde la mirada incisiva que le sube por los muslos y el espejo retrovisor orientado hacia la zona de la entrepierna hasta los toques lascivos a manera de peaje. Aleccionadas con esta práctica, muchas preferimos caminar largas distancias que caer bajo las garras de quienes se creen que por ayudarnos ya tienen el derecho de envolvernos con sus frescuras. La grata diferencia la hacen aquellos choferes que dicen ?sí? y no exigen nada a cambio de acercarnos a algún sitio, ni siquiera el número telefónico para mantenerse en contacto. Gracias a ellos parte de esta ciudad logra moverse cada día, con el entrecortado ritmo que dan el azar y la brevedad de la luz roja.

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28 de mayo de 2010
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No más de 100 palabras

Fuente: dell Una serie de escritores aparecerán por la Feria del Libro de Madrid, en el parque de El Retiro, y El País digital está preparando algunas entrevistas digitales aprovechando la coyuntura. Aquí les dejo las direcciones para que les hagan preguntas a algunos de ellos, los tres que más interesan a Moleskine Literario. Jorge Volpi, 2-06 Marcos Giralt Torrente 3-06 Chuck Pahlaniuk 3-06

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28 de mayo de 2010
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