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El otro canon de Bloom

Harold Bloom Una nueva versión de El Canon Occidental, pero aplicada al ensayo, es el libro Ensayistas y profetas (El canon del ensayo) de Harold Bloom. José Carlos Mainer hace una reseña del libro -editado por Páginas de Espuma- donde sostiene que, para Bloom, la literatura es un hecho moral, reflejo de la vasta experiencia humana, lo que explicaría el título. Ensayistas como Samuel Johnson, George Steiner, Northrop Frye, RW Emerson, John Ruskin, son mencionados. Pero como todo canon, acá también hay ausencias. Dice la reseña: 

En sus páginas, el autor simplifica irritantemente al escéptico Montaigne y al contradictorio Pascal, pero sabe apuntar una lúcida ?ansiedad de la influencia? en el segundo con respecto al primero. No dice casi nada de interés sobre Kierkegaard, ni sobre Rousseau (aunque concediéndole haber fijado el paradigma de la literatura autobiográfica moderna) y apenas se detiene en La genealogía de la moral, el único libro de Nietzsche que parece haberle interesado. Nos deja a medias de un prometedor tratamiento del legado de Sigmund Freud, se desdeña a Aldous Huxley (que no solo es autor de Las puertas de la percepción y La filosofía perenne), se afirma que Jean-Paul Sartre está pasado de moda y se proclama El extranjero, de Camus, libro ?más liviano de lo que pensábamos? y ?demasiado fácil de interpretar?. Aunque aceptemos que el ensayo es un género vinculado a la profecía y a una eminente presencia de la moral en la literatura, echamos de menos una reflexión sobre el género en lo que tiene de fagocitación de otras modalidades de escritura -la narración intimista, los modos autobiográficos, la sátira- y, sobre todo, añoramos que nunca se reconoce lo que el ensayismo tiene de risueña proclamación de la profanidad y hasta del placer egoísta: en estos lugares acampan desde Voltaire y Diderot a Bertrand Russell, Ortega, Josep Pla y el trágico Walter Benjamin, por ejemplo. Y esos dominios, nunca frecuentados por Harold Bloom, son los poblados por el escepticismo, el humor, el nihilismo y el agnosticismo, muy honrosa parte del canon de la humanidad.

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31 de julio de 2010
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Museo de autos

Hay un detalle de nuestra realidad que fascina a los turistas y sorprende a los coleccionistas de todo el mundo: la cantidad de autos antiguos que aún circulan por las calles del país. Ahora mismo, en alguna avenida de La Habana ronronea un Chevrolet de 1952 y un Cadillac ?con más edad que el propio ministro de transporte- hace de taxi colectivo. Pasan por nuestro lado destartalados o recién pintados, a punto de colapsar o de ganar una competencia por su buen estado de conservación. Estos milagros rodantes forman parte ya de nuestro paisaje cotidiano, tal y como las largas colas, los ómnibus repletos y las vallas políticas. En un primer momento, los visitantes muestran sorpresa y alegría al ver el parque temático del pasado que conforman estos vehículos. Se hacen fotos alrededor de ellos y pagan hasta el triple de un pasaje con tal de sentarse en sus amplios interiores. Después de preguntarle al chofer, los asombrados extranjeros descubren que la carrocería de aquel Ford -de principios del siglo XX- cubre un motor de Fiat de hace sólo una década y que le han adaptado las ruedas de un Lada. En la medida en que se ganan la confianza del propietario, éste les cuenta que el sistema de frenos se lo donó un amigo europeo y que las luces delanteras eran originalmente de una ambulancia. Los veraneantes se maravillan ante el gusto de los cubanos por conservar tales reliquias del ayer, pero pocos saben que se trata más de una necesidad que de una predilección. No es posible ir a un concesionario y comprar un auto nuevo, aunque se cuente con el dinero para pagarlo al momento, de manera que nos vemos obligados a remendar los viejos. Sin esos artefactos del siglo pasado, nuestra ciudad sería menos pintoresca y cada día más inmóvil.

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31 de julio de 2010
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Kakutani se rinde ante Shteyngart

Gary Shteyngart La dura Michiko Kakutani se ablandó frente a la nueva novela de Gary Shteyngart Super Sad True Love Story de la que, según dice, no tiene ni las pretensiones ni la afectación de su exitoso libro Absurdistan, aunque sí su sentido del humor y la parodia de la realidad política y social de Estados Unidos. Una historia de amor entre un emigrado ruso y una hija de inmigrantes coreanos. Cosa curiosa: en la novela, Estados Unidos está en guerra con Venezuela y presionada por China. ¿Ficción política?  Dice la reseña: 

Gary Shteyngart?s wonderful new novel, ?Super Sad True Love Story,? is a supersad, superfunny, superaffecting performance ? a book that not only showcases the ebullient satiric gifts he demonstrated in his entertaining 2002 debut, ?The Russian Debutante?s Handbook,? but that also uncovers his abilities to write deeply and movingly about love and loss and mortality. It?s a novel that gives us a cutting comic portrait of a futuristic America, nearly ungovernable and perched on the abyss of fiscal collapse, and at the same time it is a novel that chronicles a sweetly real love affair as it blossoms from its awkward, improbable beginnings. (?) This novel avoids the pretensions and grandiosity of Mr. Shteyngart?s last book, ?Absurdistan,?even as it demonstrates a new emotional bandwidth and ratifies his emergence as one of his generation?s most original and exhilarating writers. (?)  In recounting the story of Lenny and Eunice in his antic,  supercaffeinated prose, Mr. Shteyngart gives us his most powerful and heartfelt novel yet ? a novel that performs the delightful feat of  mashing up an apocalyptic satire with a genuine supersad true love story.

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30 de julio de 2010
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Clarice y el doble de uno mismo

La reedición de la novela La pasión según G.H. de Clarice Lispector en Argentina, ahora por Cuenco de Plata, le permite a la revista Ñ recorrer el mundo de esta tremenda escritora brasileña en un extenso artículo firmado por Camila do Valle y Fernando Gebra. ?En Clarice Lispector, amar es cruel porque, o bien implica tener y poseer (?)  o bien conocer al otro que es, al mismo tiempo, doble de uno mismo? afirman los autores de la nota. Sobre la novela dicen:

En La pasión según G. H., la estética de mirar que es configuradora de alteridades surge en las figuras del ojo vigilante y en la del espejo. La primera figura del mirar, esto es, la del ojo vigilante, surge como elemento externo que vigila las acciones del sujeto. Es el mirar del Otro lo que presiona para configurar su identidad, ese Otro pudiendo asumir múltiples identidades, referentes a los elementos exteriores como la verdad, la moral, la ley humana, e inclusive a elementos trascendentales como Dios, ya que, como nos recuerda Aguilar en su prólogo, lo sagrado sobrevive a todo, inclusive a la existencia o a la muerte de Dios. Encima de todo, ese Otro era el extraño, la alteridad que traía la amenaza para la estabilidad del sujeto. Era también lo que identificaba al sujeto como un otro, o dos, en permanente mutación. Ese ojo regularía toda y cualquier tentativa de excesos que pudiesen inflingir los patrones sociales: ?Un ojo vigilaba mi vida. A ese ojo, probablemente lo llamaba la verdad, la moral, la ley humana, Dios, yo. Vivía más bien dentro de un espejo. Dos minutos después de nacer, ya había perdido mis orígenes (p.37).?

Y concluyen:

Como señala Benedito Nunes, en Leitura de Clarice Lispector, (y podríamos extender este posicionamiento a otros personajes de la autora), luego de la vivencia epifánica en que sujeto y objeto se tornan uno solo, G.H. retorna a su mundo organizado. Es recurrente en la ficción de Clarice Lispector esa vuelta a los patrones transgredidos durante la epifanía. Ana, tras el contacto con el ciego que masca chicle y el paisaje extraño del Jardín Botánico, regresa a su vida familiar en la que necesita sentirse útil para su marido y sus hijos, sus otros, para continuar existiendo en tanto sujeto: una mujer casada, también ella, uno de sus otros, como la cucaracha y la empleada. Ese ojo, así como en el cuento ?La mujer más pequeña del mundo? trae a colación otro tema muy propio de la obra de Clarice: la clasificación. No sólo la arbitrariedad de la clasificación sino la precariedad de la clasificación. Lo enloquecedoramente efímero de la clasificación. Y la identidad es la clasificación por excelencia. Sin clasificación no hay identidad fija. Hay deriva. Caer infinitamente, dice Clarice en el cuento ?La fuga?: ?llegaba a comer cayendo, a dormir cayendo, a vivir cayendo, hasta a morir?. La libertad de la no clasificación. Y ?la búsqueda de libertad frente a un mundo hecho entero para negarla es uno de los grandes temas de Clarice Lispector? (como dice su biógrafo Benjamin Moser). Los patrones previos, determinados por clasificaciones insatisfactorias, impiden el amor despertado por la mujer más pequeña del mundo en sus descubridores: luego del deslumbramiento, dónde la encajan. ¿Ella serviría la mesa? ¿Qué haríamos con ella en la casa? El descubrimiento de un ser singular despierta una serie de problemas en la realidad cotidiana con identidades fijas que quieren permanecer fijas. El amor no tiene cabida en lo cotidiano. Así ni cabe nombrar en lo cotidiano el lugar que a la pequeña mujer le pica.  (?) Sin Clarice Lispector y sin amor nos quedamos más solos en la habitual escena de nuestras vidas en la que nos encontramos con una cucaracha. La vida que late en ella responde a la nuestra, tan carente de sentido. Con Clarice Lispector, al dar vuelta la página, podemos saber que la literatura puede acabar por ser aquella tan famosa experiencia de la escritura como fracaso: por no caber en la realidad circundante, la libertad vuela para ser escrita. Pero puede, también, y mejor aún, ser una invitación a la deriva que el amor, la libertad y lo prohibido proponen. Nunca se sabe dónde desagotar tanta agua viva, sea turbia o cristalina. Dejémonos llevar por su acuoescritura. Es verdad que a veces es necesario estar sola frente a una cucaracha para darnos cuenta de que podemos ser más fuertes de lo que pensamos.

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30 de julio de 2010
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Los proyectos de Jorge Volpi

Jorge Volpi con nuevo look Jorge Volpi recibió de la Universidad de Talca el premio José Donoso y aprovechó la oportunidad para hablar de dos proyectos literarios: una novela de amor y una ficción política. ¿Por qué no las dos en una sola? Dice la nota de EFE:

El escritor mexicano Jorge Volpi anunció hoy que se encuentra trabajando en su próxima obra, que será ?esencialmente una novela de amor?. Pero aprovechó la ocasión para asegurar que en el futuro piensa escribir sobre la situación política y social de México, eso sí, desde la ficción.El reciente ganador del Premio José Donoso, entregado por la Universidad de Talca, comentó sobre la relación que existe entre la literatura y los movimientos políticos y sociales, ejemplificando con ?la guerra contra el narcotráfico?, que es un tema muy vigente en su país. El escritor aseguró ?es imposible no hablar de estos temas desde la literatura?. Fue bajo ese contexto que Volpi dijo estar seguro de que ?en el futuro? escribirá ?algo sobre México desde la ficción?.

También habló del libro electrónico. Uno más para la buena causa de no pagar exceso de equipaje por culpa de los libros. Dice:

El escritor no se negó a las ventajas del aparato, comentando que la herramienta ?a un buen precio puede sustituir de alguna forma esas bibliotecas que no existen?. ?Yo sé que hay muchos fetichistas del papel, porque huele y puedes pasar las hojas a mano, pero en el fondo eso no es esencial en la transmisión del conocimiento?, indicó el escritor mexicano para quien ?lo importante es la literatura, no los libros?.

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30 de julio de 2010
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Fiestas de verano

 

Hay mucha gente bondadosa en el mundo. Hay con muy buenos sentimientos y  mejores intenciones. También hay muchos que quieren imponer sus buenos sentimientos. Imponer sus gustos, incluso imponer sus ritos. Hay quién quiere que digamos, que escribamos, pensemos, cantemos o comamos lo que les gusta. Y lo hacen por nuestro bien. Por eso nos quitan algunos juguetes. Y algunas diversiones. Por nuestro bien, para reeducarnos. Para que no sigamos por el camino equivocado. Unas veces lo hacen desde votaciones parlamentarias. Otras lo hacen por otros métodos.

Todavía tendré tiempo de acudir a alguna corrida en Barcelona. No confundir con la tortura del "corre bous". Ni con el foie tan querido por algunos que luchan contra el maltrato de los animales. No están solos. A su lado están los buenos. También una que estuvo muy buena y ahora es otra cosa, la recordada Brigitte Bardot. Ay! Si Serge Gainsbourg levantara la cabeza. La Bardot ,también muy preocupada por otros animales, está muy contenta con el civilizado adelanto de la prohibición de los toros. Ella, que tanto nos gustó, incluso cuando usaba pieles y no estaba desnuda, ahora está cercana a Le Penn y- ¡qué cosas!- a los de la izquierda y derecha catalana. Contra los toros vivirán mejor.

También están muy contentos los de la lucha contra la tortura a los animales, los vegetarianos, los zen y otros colectivos de la gente buena, pero buena, buena, que nos quiere librar de nuestros lastres de primitivismo y brutalidad. Me siento mayor, pero todavía conservo la memoria de bastantes cosas y gentes..

Estoy repasando por razones de trabajo esa obra maestra sobre la música del siglo XX  que se llama "El ruido eterno" de Axel Ross. Allí me encuentro estas líneas hablando del placer de un verano en Bayreuth, más o menos en estas fechas pero antes de la gran catástrofe, antes de las matanzas, de la solución final, de la barbarie. Todo era plácido entre el líder en ascenso y los habituales de Bayreuth., un plácido y culto estilo de vida, así lo cuenta Ross:

"Hitler absorbió rápidamente el estilo de vida de Bayreuth: vegetarianismo, activismo a favor del derecho de los animales, escarceos con el budismo y la sabiduría hindú"

Era muy majo, muy humano y con espíritu reformador. Los herederos de Wagner- sin que el genial Richard tuviera la culpa de esas amistades- estaban encantados con ese sensible político. Después pensó que tenía que intervenir en las músicas ,las artes plásticas, las comidas y las diversiones de un pueblo, de un mundo...Pero esa es otra historia. El tampoco habría aprobado esa barbaridad pública y notoria que es una corrida de toros.

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30 de julio de 2010
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Postrimería

Al acabarse un ciclo temático que empecé en este blog hace un año con un primer artículo contando mi preparación de ‘El dios de madera', lo cierro aquí mismo, estrenada ya la película, y me despido hasta finales de agosto de mis lectores, que también necesitan un descanso. Y lo cierro  -después de haber dado cabida en este acogedor ‘boomeran(g)' al diario de rodaje del film y a diversas consideraciones sobre literatura y cine-  con el artículo publicado hace un mes, bajo el título ‘Antecrítica', en la revista Letras Libres, donde colaboro mensualmente desde octubre del 2006.

 

‘ANTECRÍTICA'

       Cuando yo era niño me aficioné a leer una página, siempre la misma página, del ABC, el diario nacional que llegaba a casa junto con otro publicado en Alicante, donde vivíamos. A los doce años, había descubierto que en la biblioteca de mi padre, de apariencia jurídica y contable, había un cuerpo entero, el de la izquierda, lleno de libros de teatro; tenían todos portadas vistosas, con dibujos de arlequines y damas dieciochescas y petimetres, estando otros ilustrados por los retratos muy coloreados, casi warholianos ‘avant la lettre', de los dramaturgos nórdicos y los sainetistas hispanos. Los fui leyendo uno a uno, captando más la gracia andaluza de los Hermanos Quintero que la ‘angst' de Ibsen, y un día decidí que yo sería, como mi abuelo (a quien se debían esos libros escénicos), hombre de teatro.

   Para completar las lecturas dramáticas con una ‘illusion comique' imposible de cultivar en Alicante, buscaba la página que, cada vez que se producía el estreno de una nueva obra de teatro en Madrid, el ABC le pedía a su autor. Se llamaba ‘antecrítica', y constituía un sub-género literario en sí, pues el comediógrafo (o dramaturgo), teniendo que ser amable al menos con sus colaboradores, no podía revelar demasiado de la trama ni -aunque en eso se daban excepciones- cubrirse a sí mismo de elogios.

   Escribo ahora por indicación de Letras Libres sobre mi película ‘El dios de madera', cuando va a estrenarse en España, y me gustaría tener la habilidad de aquellos escritores de otro tiempo. Uno de los invariantes del género era cantar las dotes de la primera actriz, con un latiguillo verbal que no se me ha borrado de la cabeza al cabo de tantos años: "Fulanita de Tal, en su esplendor como actriz y como mujer, interpreta...etc. etc." El tópico se podría aplicar sin mentir a Marisa Paredes, protagonista del film, pero no creo que a ella, pese a su humor, le gustase la parte rancia del lugar común. Tampoco extiendo los tópicos de rigor a los demás colaboradores, algo que, quizá en el cine más que en el teatro, corre además el riesgo de caer en la perogrullada: las películas se hacen en un alto nivel de co-autoría con los actores, el músico, el director de fotografía, los diseñadores de arte, por no citar al resto de los equipos fundamentales. A ellos, a su acierto o error, se debe la puesta en imágenes finales de algo que para el director-guionista (que es mi caso en las dos películas que he hecho) sólo es ante un conjunto de ideas en boceto. Ensalzarlos o condenarlos sería como hacerlo con uno mismo.

   ¿Y por qué se mete un escritor a hacer películas, con la independencia, la facilidad material y la comparativa falta de sufrimiento post-parto que la literatura tiene respecto al cine? Respondo por mí, aunque sospecho, por lo que he oído y leído a escritores-cineastas admirados (Paul Auster, Ray Loriga, Gonzalo Suárez, Peter Handke o, entre los muertos, Alain Robbe Grillet, Susan Sontag, Marguerite Duras), que tal vez sus respuestas irían en la misma dirección que la mía. El cine es el imperio del desorden controlado, un mecanismo muy complejo y articulado en su manufactura que, sin embargo, está en cada minuto de su realización sujeto al accidente. La lluvia, el huracán, el sol no requerido, las caídas, las gripes de un actor, las rivalidades del temperamento en el ‘set'. El fallo humano en un mecanismo de relojería como el del cine de autor europeo no admite (estamos hablando de costes) reparación, si no es inmediata. Las ‘averías' se pagan con la eliminación o el cambio drástico de la secuencia. Ese riesgo, ese caos que hay que dominar da a la filmación de una película una épica que, para el lírico narrativo que es el novelista, puede constituir un placer o al menos un reto incomparable.

   Y luego llega el montaje, palabra que prefiero a la que se usa en América, edición, que me recuerda demasiado a los libros. Montar es proporcionar sentido al mundo de frases sueltas que son los planos rodados, nunca pegados del todo uno detrás de otro en ninguna página o pantalla de ordenador. El dar por acabada una novela tiene en efecto una similar propuesta de significación del relato, pero sin la capacidad de taumaturgia, por no decir prestidigitación, que permite el cine. Los personajes de tu relato fílmico no han sido sólo figuras de tu imaginación, como los del libro, y ya eso es prodigioso: son creados en conversación viva con la mujer o el hombre que te interpretan. En el montaje caben los juegos de mano, las mezclas no previstas, la superposición de imágenes, el fundido, la ralentización apenas vista. Y algo más, para mí esencial. Acabado todo, llega un señor (en mi caso, las dos veces, un alicantino), y le pone música a tus previsiones, a tus combinaciones de imagen y palabra. La película ya tiene alma, y se escucha, con un sonido que las novelas, al menos la de papel, aún no han incorporado.

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30 de julio de 2010
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I. El país de la impunidad

Ningún otro país que yo conozca tiene una Comisión Internacional contra la Impunidad instalada con carácter institucional, que depende más del Secretario General de las Naciones Unidas que de la autoridad del estado nacional. Es el caso de Guatemala, donde la democracia necesita muletas para caminar, según esta prueba fehaciente.

La Comisión, creada en el año 2006 mediante un acuerdo entre el gobierno de la república y las Naciones Unidas, y ratificado por el Congreso Nacional, comenzó a funcionar al año siguiente, y tiene poderes suficientes para iniciar investigaciones criminales, aún contra funcionarios públicos,  y preparar la acción penal para poner a los responsables delante de los tribunales, cualquiera que sea su pelo, color y tamaño. Estos poderes vuelven a la comisión temible, y a la vez blanco de aversiones, como puede suponerse.

Y las discusiones acerca de si la soberanía viene a quedar menguada debido a su existencia, sobran frente al hecho de que las instituciones se encuentran intervenidas desde hace tiempo. Intervenidas por las mafias organizadas, por grupos económicos poderosos, y por los carteles del narcotráfico. Todos ellos han sometido y corrompido a las cúpulas policiales, se inmiscuyen en la escogencia de magistrados, jueces y fiscales, y ponen precio a todas las cabezas.

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30 de julio de 2010
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¿Qué pasó en Guayaquil?

Expolibro en Guayaquil Leo un artículo de Leonardo Valencia sobre la pasada Expolibro de Guayaquil, y me espanto:

El Ministerio de Cultura de Ecuador decidió no apoyar a esta feria porque, en palabras de la Ministra, se ?dará a Guayaquil otra cita librera desde la visión y fortaleza del ministerio?. No hay que explicar demasiado lo que puede significar esa visión ?criterio de selección filtrados y omisión de voces críticas? y esa fortaleza ?el presupuesto y el funcionariado estatal?. Es decir, serán dos ferias. La suma, en este caso, no significa ganancia, sino resta. Resta porque, a pesar de los errores de Expolibro, se pierde un capital invertido en los años anteriores, desde 2006, cuando se lanzó esta feria que ha convocado a primeras figuras de la literatura latinoamericana. Resta también porque los criterios literarios de Guayaquil quedan marginados en aras de esa capacidad de concentración de la burocracia cultural desde el Gobierno.

Mi primera impresión es darle la razón a Leonardo. ¿Por qué una ciudad pequeña como Guayaquil necesita dos Ferias del Libro? ¿Por qué el Estado querría organizar su propia Feria, boicoteando de algún modo la iniciativa privada, en vez de aunar esfuerzos y hacer una misma Feria? Sin embargo, leo un poco más y me entero del verdadero estado de la cuestión. En este artículo se resume todo lo ocurrido, tomando la versión de ambas partes del asunto. Conozco la Expolibro de Guayaquil y sé del esfuerzo que demanda hacerla y de las ganas que le ponen todos, empezando por el anfitrión Jaime Rull. También puedo decir que el Palacio de Cristal es un lugar perfecto para la Feria y que, como limeño que sufre nuestras ferias itinerantes, envidio. Sé también que es cierto que hay poco público en las actividades, un poco de desorganización  en general y, sobre todo, la presencia de librerías y la oferta de libros es realmente muy pobre. No me tocó ver sepultureras vendiendo terrenos, ni tampoco libros piratas, aunque sí me sorprendió que en algunos stands vendían chucherías como agendas muy pasadas (una amiga me aclara que eran de 1998). Para darle la razón a Leonardo (y antes de sospechar que la razón de no participar de la entidad ministerial es el tener una ?agenda propia? que excluye voces ?incómodas?) la Expolibro tiene que mejorar en esos aspectos concretos: comprometer a librerías y editoriales y conseguir que apuesten por la Expo o no tiene sentido hacerla; no aceptar, bajo ningún concepto (ni siquiera el de cubrir gastos), negocios que no tengan que ver directamente con el comercio de libros, pues para eso hay otras ferias; y, por supuesto, tomar medidas inmediatas y drásticas si descubren que se vende piratería, como quitarles el derecho de stand. De lo contrario, por muy buenas intenciones que tengan los organizadores, habrá que darle la razón al gobierno y aceptar que no tienen por qué apoyar una feria que no cumple las mínimas condiciones para ser calificada como Feria Internacional de Libro. Y por la buena onda que percibí de los organizadores, la Expolibro merece una nueva oportunidad.

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30 de julio de 2010
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¿Arrogantes y limitados?

Rushdie ¿arrogante? La polémica sobre los Man Booker recién ha comenzado. La ausencia de los grandes nombres no parece gratuita, sino una relectura poco amable con el Dream Team británico que por años, décadas, ha dominado la literatura de ese país. Un artículo en The Guardian, que comenta las opiniones de un académico apellidado Josipovici, pone el dedo en la llaga. Ezequiel Martínez en el blog En Minúscula, resume la argumentación y traduce párrafos muy duros de  Gabriel Josipovici

Según un artículo que publicó ayer The Guardian, Josipovici condena el trabajo de estos gigantes de la novela inglesa moderna, a los que considera superficiales y que parecen ?chicos exhibicionistas de colegio secundario?, además de estar signados por la ambición. El hecho de que esos escritores hayan ganado tantos premios le resulta ?un misterio?, pero aventura que ?se trata de un público ignorante alimentado por los medios?. Dice el académico: ?Leer a Barnes, como leer a tantos otros escritores ingleses de su generación ?Martin Amis, McEwan?, me hace sentir que el mundo se ha achicado y empobrecido. La ironía que al principio nos hace sonreír, la precisión del lenguaje que en un primer momento es tan satisfactoria, el cinismo que al principio sólo se usaba para marcar la pretensión, finalmente parecen una terrible limitación, un temor a abrirse al mundo.? 

Pero no solo le cae a los británicos. También Philip Roth resulta golpeado. De él dice que nunca pone en duda la validez de su escritura, y que esta puede ser a veces solamente divertida, como un artículo de periódico puede serlo. Auch. Mientras que escritores de la talla Kafka desconfiaba siempre de sí mismo, dice, estos autores son tan arrogantes que jamás dudan de su obra. Doble auch.  La editorial Random House, que edita a la mayor parte de autores mencionados por el académico, dice  no estar de acuerdo y duda que haya respuesta de parte de los aludidos.

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29 de julio de 2010
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